Descripción
Los espejos, en el lenguaje de la subjetividad que utiliza la poesía lírica, se convierten en elementos repletos de misterio. Como aquellos indios a quienes una tradición tejida más de fantasía que de realidades les atribuían el asombro de verse reflejados, el milagro de desviar los rayos de sol y otras propiedades que a nosotros nos han sido legadas con el objeto y su nombre, el poeta siempre ingenuo y profundo al tiempo, oxímoron de creador y creado (deseante y deseado), se acerca a ellos con la intención de decirnos que no sabe nada y que todo lo presume, que una galería de espejos puede ser el testimonio escrito del silencio y la muerte, de las presencias inasibles, de la verdad y el tiempo. [
] Esta galería que no olvida lo que somos está llena de hondura, de precisiones y de certidumbres, como la de que el amor nos consuela y que las compañías y las vivencias y el humor no son suficientes para olvidar que caminamos hacia la muerte y que quizá solo la poesía, creer en lo inasible, pensar que el silencio, la enajenación por la belleza o el sabernos presente nos puede salvar de esas imágenes que nos devolverán los espejos, cualquier espejo, como este que nos acompaña mientras viajamos por todo el universo.
Juan Andivia Gómez
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