Descripción
El descubrimiento de la literatura búlgara, tan desconocida para el lector español, tiene mucho de aventura prodigiosa. Como ha escrito Liliana Tabakova: «La historia del pueblo búlgaro y de su cultura se remonta a tiempos inmemoriables. Su presencia en Europa, según las fuentes históricas, coincide con las marchas del emperador Trajano por los Balcanes».
El siglo xx asiste a esa modernización esperada de los creadores que, a menudo, en condiciones muy difíciles, construyen su arte, pléyade de exquisitos poetas: Peyo Yávorov (1878-1914), Teodor Trayanov (1882-1945), Nikolai Liliev (1885-1960), Dimcho Debelianov (1887-1916), Jristo Smirnenski (1898-1923), Geo Milev (1895-1925) y Nikola Vaptsarov (1909-1942), entre otros.
En los años de la dictadura comunista, el espíritu de la creación queda limitado por el dirigismo, la intervención pública y la asfixiante censura.
Hablar de literatura femenina búlgara y, en especial, de poesía es referirse a auténticas heroínas del arte, de la vida, de la creación. Todo un tesoro escondido de sensibilidad femenina.
Kalina Malina (1898-1979), Dora Gabe (1886-1983), Elisaveta Bagriana (1893-1991), Leda Mileva (1920-2013), Blaga Dimitrova (1922-2003) y la extraordinaria Petia Dubarova, icono de la juventud búlgara, quien se suicidó con solo 17 años (1962-1979).
Tuve la oportunidad de conocer a Malinka Tsvetkova a través de Valia Ilieva, poeta y escritora búlgara de gran calidad. En el 2016 prologué, además, dos de los libros publicados por Valia en España: Como una rosa (relatos) y Baladas entre dos orillas.
No quiero es el título sonoro de este poemario de Malinka que, de forma sencilla y a menudo emocionada, dibuja diversas sensaciones que, en el tiempo y en el espacio, tienen los más variados protagonistas: el mar, los pájaros, el final de verano, la idílica Navidad…
Todo ello compone un mosaico de versos que hablan en voz cálida al lector, una voz que huye de composiciones barrocas para sumergirse en lo cotidiano: los pájaros que vuelan, el árbol y la brisa hasta llegar al deseo insinuante de amor: «Quiero decirte».
Y junto a la esperanza, la sensación contraria que siempre percibe el poeta:
Le hablas ya de tú a la soledad,
mi mundo para ti resulta extraño
pero todos los sueños pueden perdurar.
Los sueños, el amor, la esperanza y la tierra…, esa tierra de la que Malinka escribe en un verso especialmente emotivo:
Y un día nos marcharemos
bajo tierra a descansar;
ella acogerá los cuerpos,
las almas, la eternidad.
Pero el alma habrá, sin embargo, de volar hacia la esperanza, hacia la belleza de lo inexplorado; el alma tiene vocación de eternidad, como los poemas, como los versos:
He plasmado la huella de lo vivo.
El poeta, compañeros, no se ha ido.
Hermosa manera de permanecer en el recuerdo y óptimo pórtico para descubrir el universo poético de Malinka Tsvetkova.
Fernando Alonso Barahona
Poeta
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