Para mí supone una doble emoción estar aquí: primero, por presentar este pequeño gran libro; y segundo, por dar a conocer a Francesc Marzo, que en el fondo es como llenar una estancia oscura de luces brillantes.
Conocí a Francesc directamente a través de su escrito: microrreflexiones densas y vivas. Y lo que más me impactó fue su agilidad de moverse entre diferentes mundos. Una agilidad que solo poseen las mentes extraordinarias. Para entender a nuestro autor y a su libro hay que creer en los milagros, porque es lo que nos facilita entrar en relación con otros espacios que no son los sensibles. Nuestro teólogos y filósofos, los supuestos guardianes de la revelación, son demasiados reales, demasiados cartesianos y empíricos. En Occidente hay un empobrecimiento real del mundo invisible, y estamos perdiendo demasiado a prisa un cierto sentido espiritual. Hay una dificultad para creer en Occidente; y hemos perdido la capacidad de conocer la irrupción de otros mundos en nuestro conocimiento, demasiado adaptado a categorías y sistemas.
Hay un mundo, que no es el de la percepción común, que es donde suceden los acontecimientos espirituales reales, y que también son profundamente corpóreos: es la tierra de las visiones, como lo llama Henry Corbin y la metafísica musulmana. Esta realidad intermedia suprasensible entre el mundo inteligible y el sensible es donde se ubica el decir de Francesc Marzo. La lógica del delirio roza este lugar donde suceden las visiones. Por eso se necesita una cierta predisposición para querer entender lo que aquí se dice y estar abiertos a lo que se sospecha pero no se ve. Es como una necesidad de poner en juego la intuición, lo que se presiente, para empaparse de este libro. Un libro, que por otro lado, pide ser leído como una ceremonia del té, despacio y con detalle, sorbo a sorbo.