La celebración de San Valentín me plantea algunos problemas:
1 No tengo pareja
2 Amo a muchísima gente
3 No tengo tiempo de decírselo a todos ese día precisamente
4 No tengo dinero para responder a los intereses de la publicidad
5 Prefiero enriquecer su alma que su joyero
6 Prefiero dar cariño vivencial que símbolo convencional
7 Prefiero regalarle mi alma de la manera más auténtica: el verso que emana con sinceridad de la fuente más profunda de mi amor
De bien nacidos es ser agradecidos.
El perdón y la gratitud son las bases de la felicidad. Tener la humildad y la comprensión de saber perdonarnos –paso previo para saber perdonar a los demás, aunque también vale a la inversa– constituye el cimiento de nuestra paz interior, sobre el que construimos nuestra felicidad: la gratitud y el amor por la vida, por la naturaleza y por el ser humano.
Sin el amor por la vida que emana de la paz, toda palabra queda hueca y toda obra se muestra como una acto de hipocresía. Pero cuando dicho amor existe es imprescindible, la palabra, mejor dicho, la poesía, para canalizarlo: es cierto que se puede hablar con la mirada, con los gestos, con los regalos, con las caricias, pero es la palabra la que sintetiza, hace posible y bendice el acto sublime del amor, que puede o no contar con el aditivo sexual.
De bien nacidos está escrito como un canto de gratitud a quienes tan humilde como incondicionalmente nos aman sin que, en muchas ocasiones, nos percatemos de ello. Pero, también y sobre todo, es una guía para que cada lector elabore su propia obra de gratitud. Hay unas instrucciones y, al final del libro, unas páginas en blanco para que cada cual lo rellene con sus propios poemas, con sus propias confesiones de amor, y lo regale a las personas que ama.
Es un reto para hacer de este febrero del 2018 un San Valentín perpetuo; mejor dicho, para inocular en cada uno de nosotros la valentía o la “valentinía” de declararnos el estado de amor y de gratitud permanente.