El humanismo o la necesaria reamonización entre Eros y Tánato
El humanismo no es en sí mismo una ideología, si entendemos como tal un discurso unificador, preconcebido, al que nos adherimos, sino una actitud de indagación y reconstrucción lúcida, lúdica y permanente, una forma de abordar la vida atendiendo tanto al cultivo de la sensibilidad, del arte, de la indagación en el misterio, como al del progreso, la justicia y el bienestar social.
La base del humanismo está en el proceso de rearmonización entre Eros y Tánatos, entre nuestra dimensión material y metafísica. Y digo rearmonización porque ambos conceptos confluían encarnados en antiguas diosas-femeninas (Kali, Astarté, Istar) hacían confluir el grado máximo de pasión con la entrega sublime y el paso hacia una dimensión transmaterial. La entrega absoluta entre amantes, tiene mucho que ver con la sensación de dejar de ser uno mismo para fundirse en el otro. Algunas comunidades como los Cátaros, que conservaban el prístino aire del cristianismo originario carecían del miedo a la muerte.
Cuando somos incapaces de sustentar dicha armonía, tales dimensiones (erotismo y muerte) aparecen como enemigas irreconciliables y el proceso de autodestrucción, tanto personal como social, comienza su marcha. Afirma el filósofo Jung que “lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”. La aceptación de Eros dulcifica nuestra relación con Tánatos (El reino del amor siempre se da en una dimensión transmaterial). La aceptación de Tánatos nos da alas para la entrega más sublime y placentera al quehacer vital. Pero, sobre todo dicha pareja, en concordia interior, nos dota de una voz, de una fuerza indomable en el plano individual a prueba de rebaños y machos alfa.
En la educación tradicional católica, vivida en primera persona en el seminario, la negación del eros daba lugar al imperio avasallador del Tánatos, y la vida, además de las posibles perversiones derivadas del negacionismo de nuestra sexualidad, se impregnaba de una terrible sensación de estar ya habitando el más allá, sin contrapeso alguno, alejado del mundanal ruido. De igual manera, la invisibilización de la muerte, degrada Eros a la condición de un gran masturbador, reducido a una mera excitación porno-animal. Cuando la escisión entre Eros y Tánatos se da en el plano personal, la dualidad se apodera de nosotros y la debilidad nos hace vulnerables, inocuos, e iracundos, carne de cañón de cualquier rebaño o secta. Cuando se da en el plano social, el belicismo, el miedo y la servidumbre infectan la médula organizativa.
- Eros y Tánatos en entrega armoniosa simbolizan lo sublime que se lleva a cabo en el rito sexual de la Mantis Religiosa en donde el instinto de comerse al otro de placer se lleva a cabo y el acto sexual, del “descerebrado” macho se prolonga durante un día entero, después de perder la cabeza u ofrecerla como alimento a sus futuras crías.
El humanista es, pues, un perpetuo cultivador de sí mismo, de la armonía en todos los órdenes. El compromiso con la verdad, con la belleza, con la bondad, con el arte, con el misterio, pero también con la justicia y el bienestar es inherente a todo aquel que se quiera proclamar humanista. Podríamos decir que el humanista es un artista integral.
Protagonismo femenino
Se podría decir que el hálito que sustenta todo lo relacionado con el humanismo tiene aroma femenino, no solo en las grandes mitologías pre monoteístas, sino en la base de la literatura grecorromana.
Lisistrata (propugnando la huelga sexual femenina para acabar con el belicismo de sus varones contemporáneos en la dilatadísima y cruel guerra del Peloponeso) Antígona, (antepone los afectos, el deber fraternal, a la (in)moralidad pública impuesta desde el poder, y otras heroínas, suponen un terremoto en la concepción del poder como violencia institucionalizada.
Diez siglos después de que el humanismo sucumbiera bajo las hordas belicistas de los hunos y los otros, es también el sustrato femenino el abono de un nuevo Renacimiento humanista.
También la voz de la mujer, a través de las jarchas, las cantigas de amigo y su presencia como protagonista del amor cortés y juglaresco, fue clave para que Petrarca, enamorado de Laura y la Beatrice de Dante, pusieran las bases de la nueva sensibilidad que acabó recuperando la armonía vital mientras el belicismo medieval se desplomaba. La voz dulce, contundente y rebelde de la mujer hizo callar a las armas para dar paso a la amorosa canción de las almas.
Por eso, entre los machos alfa, grandes beneficiarios de las etapas de desplome del humanismo, lo femenino, no está bien visto que digamos. La criminalización de Eva, que, saliéndose de la manada, se plantó ante el árbol de la sabiduría para saborear por sí misma la manzana y desarrollar el discernimiento propio, al margen de las directrices de los machos alfa que por entonces acaudillaban las manadas de homínidos, debió levantar ampollas.
La hembra es la transmisora directa de la vida, de gran parte de la herencia inconsciente, la que conforma en sus entrañas a todas las criaturas de la tierra. En el caso de la humanidad la influencia sentimental del arquetipo femenino es tan poderosa que, enarbolando la manzana de los sentimientos, del discernimiento, de la evolución, de la belleza, de la libertad, pone en peligro todo un “orden” elaborado a la medida de los machos alfa.
Las consecuencias de la orfandad no se hicieron esperar. Carl Jung analizó las consecuencias de en el arquetipo del “huérfano”: un ser sin referencias afectivas enraizadas, que busca a alguien que tome las riendas de su vida. Un chollo para los machos alfa políticos, en la configuración de rebaños fieles, dóciles y serviles.
Ante la pandemia, la crisis generalizada, el humanismo, desplegando sus alas emerge con fuerza para emprender la nueva rearmonización interna y social, como ya ha ocurrido en otras épocas. No vamos a asustarnos por las miserias que nos rodean, la desigualdad, la ruindad de miras de nuestros dirigentes. La ferocidad con la que los gobiernos están clavando sus oscuros colmillos con las humanidades (prohibición de la filosofía, progresiva desaparición del latín del griego, disminución y oprobio de la literatura… muestra bien claramente que los machos alfa del desgobierno mundial, saben dónde hincar el diente para mantener sus míseras ínfulas, su apariencia de seres dominantes… no obstante, como suele ocurrir en estos casos, el humanismo está emergiendo con voz poderosa. La mujer de ahora, como las heroínas griegas, como las tejedoras de las jarchas, de las cantigas… se están poniendo en marcha, no para luchar, sino para arroyar con la armonía, con su fuerza, con su entrega, con ese alma de reconstrucción masiva que se ha dado en llamar humanismo.
La armonía, la entrega apasionada entre Eros y Tanata, presente en las diosas primigenias, fue enterrada por la revolución de los machos alfa que erigieron los grandes monoteísmos-varoniles, que procedieron a enfrentar Eros contra Tánatos, lo material contra lo espiritual para sembrar la dualidad, el luto, la quiebra interna y proceder a rebañizar al género humano.
EVA, expulsada del paraíso, es el símbolo, en occidente de esa criminalización y extirpación de lo femenino, de nuestro paraíso espiritual, pero también del terrenal.
Y tal vez esa sea la misión del humanista, del humanismo actual: la recuperación de la armonía, re-entronizando el espíritu femenino como exaltación y transmisión de la vida, ligada al placer, a la entrega entre ambos polos, que en el plano material está representado por el acto sexual amoroso y en el espiritual por la entrega y Tránsito jubiloso hasta el reino de Tánatos, ligado al reino espiritual de Hipnos el dios de nuestros sueños. La muerte como tránsito festivo se celebra aún en las comunidades que lograron liberarse de los imperios monoteístas destructores. Pero, según estudios, quienes se implican a fondo en el cultivo de la espiritualidad en la actualidad o en el pasado (como sucedió con los cátaros, sufíes y otras comunidades) pierden el miedo a la muerte. Algo terrible para quienes se valen del miedo a las penas infernales o terrenales (jerarquías clericales o políticas) para manipular y erigirse en “salvadores” a cambio de obediencia y sumisión.
La recuperación de EVA y su reintegración energética, supone la del paraíso terrenal, pero también, la rearmonización entre Eros y Tánatos, la de un paraíso transterrenal, onírico, espiritual, pero, sobre todo, supone un robustecimiento interno, una preparación para la entrega, para el gozo, para la transformación, para capitanear con ímpetu nuestra propia nave hacia el puerto de la armonía suprema.
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo reimplantar en nosotros el espíritu de EVA? ¿Cómo contribuir a acrecentar nuestro humanismo tanto en el plano interior como en el social?
El acrónimo EVA, constituyente de nuestra madre arquetípica, conlleva en sí los tres elementos necesarios para la recuperación, para poder abrir las puertas de nuestro corazón, tanto particular como colectivo que se llevaría a cabo en tres etapas:
E (Espiritualidad: recuperar la voz interior que nos conecta con el misterio, con nuestras herencias, con la trayectoria de nuestra energía antes y después del BIG-BANG. El cultivo de este plano es el que nos hace perder el miedo a la muerte, al atisbar energías invulnerables, transcendentes, imperecederas en nuestro interior. Los orientales llaman el tercer ojo al que, previamente desarrollado, nos permite indagar en estos misteriosos ámbitos.
Verdad: Es decir de aplicación al aquí y al ahora en el plano material. Eva no quiso permanecer en el ámbito celeste, vino, gozó, sembró, experimentó, y experimentó más allá de los límites impuestos por los machos alfa y comió la manzana y experimentó el discernimiento entre el bien y el mal.
AMOR, (vía unitiva) es el elemento unificador cuando la Espiritualidad (Tánatos) y la Verdad terrenal (Eros) se funden en una entrega ciega, orgásmica, mirífica, surge la armonía, el amor, el reino de la fusión de nuestras dimensiones material y espiritual, individual y colectiva.
El humanismo de ahora, erigido sobre estas tres columnas, tiene como misión reinstaurar las bases del nuevo paraíso terrenal y Espiritual, Vital, y Afectivo.