La escritora Encarnación Pisonero ha realizado un magnífico artículo del poemario Los cementerios flotantes del autor Antonio Enrique:

LA MUERTE NO TIENE LA ÚLTIMA PALABRA

No es la primera vez que Antonio Enrique acude al simbolismo del cuadro de El jardín de las delicias de El Bosco, así lo vimos en su magnífica novela Rey Tiniebla de 2012; allí predominaba la parte del cuadro referente al infierno, y ahora en Los Cementerios flotantes predominan, las puertas que cierran el tríptico, y de las tablas interiores se centra en la parte referida al mundo.

El tiempo no existe, se diría que habitamos en los renglones del tiempo, pero como existimos, nos preguntamos ¿quiénes somos?, ¿a qué hemos venido? y ¿a dónde vamos?; son las eternas preguntas que no podemos responder categóricamente, pues nadie de los que nos precedieron ha vuelto para contárnoslo. Aquí entrarían los poetas que alcancen la visión de lo inexpresable. Al interrogante ¿a qué hemos venido? Antonio no da respuesta, aunque sugiere la posible necesidad que Dios tiene de nosotros. Sugerente hipótesis, que los pobres mortales fuésemos los peones necesarios de Dios. 

Antonio Enrique entra en la categoría de poetas que visita los mundos sutiles, tanto en poesía como en prosa. El poeta visionario tiene la obligación de transmitir lo que le es dado. Nos dice “somos eternidad que acaba de ocurrir”. Todo es un continuo y por tanto nada termina, si nada termina nosotros tendremos que ir a alguna parte, bajo alguna forma, sea esta la que sea. No podemos acabar en la Nada, que sería pensamiento, el alfa y la omega del cosmos.

Los humanos enredamos la madeja con pretensiones absurdas y nos olvidamos de lo esencial, lo que la vida nos ofrece gratuitamente. Otra cuestión sería el planteamiento de si la vida en sí misma, se puede considerar un regalo o un castigo, porque la soledad termina triunfando siempre. Venimos solos, muchas veces estamos solos y nos vamos solos. Se diría con A. Enrique que “la soledad es el alma de las cosas”. Los humanos hemos perdido la razón y vagamos a la deriva, y actualmente estamos más perdidos y solos de lo que nunca estuvo el hombre; y el ruido que nos circunda por doquier, no mata la soledad. Sólo nos aturde.

Antonio Enrique, en Los cementerios flotantes nos habla de este mundo en que vivimos, posiblemente el planeta más hermoso de la galaxia, y de cómo lo estamos destruyendo y acercándonos al fondo. Fijándose en la reciente pandemia del covid, que abarcó a todo el planeta, acude al Apocalipsis de San Juan, pues con esta tragedia, por primera vez, el planeta ha sonado al unísono, tanto en el silencio como en la voz. Y hay muchos indicios de que ya están puestos los cimientos de la nueva era, aunque no sabemos cómo será su mundo ni los nuevos seres, si sufriremos metamorfosis o pereceremos en un cataclismo, y todo será nuevo.

La Historia, por desgracia, repite sus errores, y una vez más los humanos estamos perdidos en nuestra algarabía sin atender a la realidad que nos atrapa con sus engaños.  Y si fuéramos realistas diríamos, que nuestra tierra es un error, los humanos otro error y nuestras acciones un horror. La tierra hoy es un planeta enfermo, nuestra madre tierra está envenenada, los mares contaminados, y los seres humanos también estamos enfermos. Pero decir esto no vende, no tiene público, no gusta oírlo y aterra pensarlo. Pero nos guste o no, es así de lamentable.

Nos habla de los crímenes del gran dictador. Ignoro si ha visitado los campos de exterminios, pero sin duda es terrible la carga de negatividad allí acumulada. ¿Cómo se verán estos campos en los cementerios flotantes? cuando “fueron esqueletos antes que muertos”. Quizá allí no floten por exceso de carga. 

El cosmos es el lugar donde se esconde Dios; los humanos al morir, una parte de nuestro ser vaga por el espacio, diríamos que la parte sutil o poéticamente, la parte con la que el hombre sueña, los creyentes dirían el alma o el espíritu. Plutarco ya decía que la luna es el primer lugar a donde van las almas al morir, y también Antonio Enrique ubica allí un cementerio, pero no es el único, pues hay muchos y todos viajan por el espacio. 

Del cuadro del Bosco, Antonio toma la parte que representa el mundo, y destaca las fresas, como símbolo del placer. Si bien el cuadro mirado detenidamente sólo vemos tres fresas y el resto, que pudieran parecerlo, son cerezas y madroños, detalle insignificante pues hay que tomarlo simbólicamente, y aunque las fresas son signo de placer, terminan “rezumando amargura” hasta que las devore “el leopardo del olvido”.  Pero la parte más significativa, y aquí hay un verdadero acierto de A. Enrique, es que toma las tablas que cierran el cuadro, una esfera suspendida en el espacio, que en si justifica el título de Los cementerios flotantes, y que es la portada del libro. 

Los muertos que están en estos cementerios viven como hibernados, a la espera ¿de qué? Nos ven, pero no pueden tocarnos ni hablarnos. Se diría que los muertos fingen estarlo, y puede que estén más vivos que nosotros. Los muertos esperan el eterno retorno, la liberación si consiguen purificarse o la desintegración. La vida no es más que vibración, y los hombres estamos enfermos como la tierra, hemos hecho enfermar la materia y por ende el espíritu. Por eso vamos sin rumbo.

La humanidad está tan degenerada que no es difícil ver la involución en la que estamos; el tema no es para tomarlo a broma. Nos dice como quien lo ve tan claro como el sol “el planeta aprieta, acelera su calavera” y en otro poema “pareciera que el mundo está a su fin”, por ello en determinados momentos el poeta considera que sólo en “la locura está la redención, los que la escogieron lo saben”. Teme que él mismo pueda caer en ella, pues sabe muy bien lo peligrosa que es la materia con la que trabaja. La palabra nunca es inocente. 

Todo en la naturaleza es dual, arriba-abajo, derecha-izquierda, dentro-fuera, visible-invisible. La naturaleza es espejo de nosotros mismos, somos naturaleza, y si tomamos como modelo un árbol, las raíces son más extensas que las ramas, y aunque no se ven, no solo existen, sino que ellas son las que posibilitan la existencia. El hombre actual no quiere más que lo palpable, lo que se consigue rápido y sin esfuerzo. Nos dice “sino destruyo/no soy feliz, si no mato no vivo”. Aquí coincide Antonio con Chantal Maillard cuando nos habla del hambre, y la difícil compasión. Por ello Antonio, en una sublimación concluye “véngate con el amor/vence con el perdón”. Todo lo que no sea amor es un error.

En este libro, Antonio duda y se debate entre que la muerte sea colofón o simplemente un paso más. Estamos tan en tránsito que es imposible que la muerte sea el final. Es un libro pesimista pero no podía ser otra cosa. La alternativa final que nos da es que la muerte no tiene la última palabra. Y aquí, tal vez, estaría la felicidad que se nos negó en esta vida, sobre todo si se alcanza la liberación porque con ello se acabaría la rueda del samsara. Y nos confiesa que no desea retornar más a esta tierra.

Encarnación Pisonero

Madrid, enero 2023

En un ambiente acogedor e íntimo, se presentó en la librería Lata Peinada, de Barcelona el libro El llamado del lago – La primera puerta, de la escritora colombiana Janeth Vargas Amaya.

Vargas Amaya es abogada de profesión y decidió adentrarse en su faceta como escritora hacia 2015, cuando a partir de notas íntimas y sensaciones viajeras, entre ellas un viaje al Lago Titicaca en Perú, se dispuso a escribir relatos cortos, a manera de cuentos.

Lo que no imaginó es que las notas sobre ese viaje al Lago Titicaca terminarían dando vida a una novela. La primera, de una serie en la que a partir de mitos y leyendas sobre civilizaciones más avanzadas se invita al lector, de la mano de las historias de sus personajes, a explorar los límites de su imaginación y de sus creencias, así como a cuestionarse sobre su propósito personal y sobre su papel tanto en el destino de la especie humana como del planeta.

El Llamado del Lago es la historia de Diego, un periodista escéptico, que ve cuestionada su racionalidad en un viaje que lo lleva a mirar hacia adentro, a enfrentar su pasado y a explorar otros momentos del espacio-tiempo. En esta travesía, navegará por los misterios que se esconden bajo las aguas del Lago Titicaca y tras el portal dimensional del Aramu – Muru. La magia, el conocimiento ancestral, el tiempo y la aventura son elementos fundamentales de la narración.

La escritora compartió cómo fue su proceso literario y personal para crear la historia, donde la magia, el cuestionamiento de sus propias convicciones y el reconocimiento de una sabiduría que trasciende el tiempo estuvieron presentes.

Por su parte, los asistentes y lectores manifestaron su intención de leer próximas entregas de la autora, que aún no define de cuántos libros estará compuesta esta serie (tres por el momento), a pesar de que El llamado del lago – La primera puerta cuenta con un cierre.

Lata Peinada es una librería especializada en literatura latinoamericana.

(Para D. Juan Viedma, nuestro común tutor y amigo)

Cuando presento un libro no suelo prepararme un discurso, pero sí un esquema previo se refuerza y matiza minutos antes de mi intervención, según el ambiente y la emoción que se respira. Estoy convencido de que cada presentación encarna y reproduce el espíritu del libro.  En esta ocasión, no sé por qué, al aproximarse la hora de mi intervención me vino a la mente, o tal vez al corazón, la idea de que, ante todo, estábamos ante un ensayo sobre el amor, en su dimensión social. 

Fragmentos de la hermosísima carta de Einstein a su hija Lieserl asaltaron mi mente como manadas de caballos salvajes. No comprendí nada. Yo iba a hablar de La Encrucijada, de mi amigo y maestro Baltasar Garzón, todo un lúcido manifiesto humanista por la reconstrucción tanto individual como social. Un libro de crítica dura, un SOS por la salvación humana y planetaria. ¿Pero cómo hacer que los mismos que estamos hundiendo el planeta, de pronto nos constituyamos en sus salvadores? ¿Qué ha de pasar para poner en marcha este urgente, imprescindible y hermosísimo proyecto?

Y entonces fue cuando resonó en mi interior la voz de Einstein. Sí, en el interior humano existe “una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo. Esta fuerza es el AMOR.”

Siempre he pensado que la ética es la plasmación más nítida de amor colectivo. Alguien que renuncia a enriquecerse por el bien de la comunidad es alguien que la ama profundamente y predica con el ejemplo.

Y entonces caí en la cuenta de la ligazón entre la carta de Einstein a su hija y la Encrucijada, o carta de Garzón al mundo: el amor, la entrega por el bienestar social, plasmado en el comportamiento ético.

“Sin ética hay dejación en la vigilancia sobre los derechos humanos y la corrupción se hace fuerte y reina la impunidad”-afirma Baltasar

Un acto ético es necesariamente amoroso. 

Mientras subía al estrado, confuso, sin argumentario, recordé la frase del científico “Si un día tienes que elegir entre el mundo y el amor… recuerda: si eliges el mundo quedarás sin amor, pero si eliges el amor, con él conquistarás el mundo” (Einstein)… 

Baltasar lo dice de otra manera: “Es completamente cierto y así lo prueba la historia que en el mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez” La Encrucijada (Baltasar Garzón)

¿Y qué puede llevarnos a emprender un camino imposible sino la fuerza del amor?

Esfuerzos gigantescos que solo alguien impregnado de amor puede comprender,

Y Einstein apunta que “El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo.

Baltasar complementa “Es en los momentos más difíciles cuando se aprecia la esencia de lo que nos hace humanos… Sin ética hay dejación en la vigilancia sobre los derechos humanos y la corrupción se hace fuerte y reina la impunidad.

Donde Einstein dice amor en abstracto, Baltasar se refiere a la ética o amor en acción. 

Me sorprendió a mí mismo la necesidad de apelar al amor como recurso de salvación social. ¿A qué venía ahora ese brote de frases, de sentimientos, de emociones?, ¿por qué necesitaba hablar desde el corazón?

Bueno, pensándolo bien, tal vez tendría que ver algo que volvía a mi tierra después del largo periodo de pandemia, y que no paraba de recibir abrazos de amigos y compañeros que hacía décadas no veía. Amigos del seminario, de la universidad, algún camarada de la extinta Joven Guardia Roja. Hacía más de veinte años que no veía a muchos de ellos. Cincuenta, hice las cuentas con el sacerdote-tutor. Cincuenta años sin vernos y la amistad, el abrazo surgió con la fuerza y espontaneidad juvenil.… todo un capital sentimental, de distintas etapas encarnadas en personas con ideas diametralmente opuestas sobre la política, pero entrañablemente unidas a mi corazón, a mi memoria. 

La encrucijada habla de eso: el humanismo, una patria común para todos amparados por las mismas leyes.

“La tarea del progresismo humanista es común en todos los países: se trata de activar otra vez la ética y los valores que nos hacen personas… Es el momento de reivindicar la necesidad de una justicia en la que la ética sea su valor principal.

Ya en mi intervención resalté que La Encrucijada es un grito nacido del corazón en unos momentos durísimos tanto socialmente, como para el autor, atacado por la pandemia. Y que su escritura en sí, constituyó un colosal acto de amor.

Un ejemplo de fe, de compromiso: cuando tu vida corre peligro y dedicas todos tus esfuerzos y preocupaciones a buscar métodos, ideas y caminos para dejar a las generaciones venideras un mundo más plácido y justo, estás poseído por esa una fuerza extremadamente poderosa que Einstein denomina amor.

También recordé que la osadía de Baltasar le viene de lejos. Algún partido en el que siendo un auténtico adolescente de 12 años no tenía inconveniente en pedir explicaciones a un árbitro de dos metros, jugándose el pellejo. Genio y figura. Después vendría la lucha contra el narcotráfico, contra Eta, contra el Gal o la Gúrtel, pero el libro emana de la más sangrante actualidad:

Hemos podido ver que, agazapada tras el coronavirus, acechaba la peste de las dictaduras y de la mentira.

No hay que irse al pasado:

El mundo sufre una incuestionable crisis. Terribles masacres, genocidios y crímenes contra la humanidad, ataques terroristas, yihadismo, destrucción sistemática del medio ambiente, explotación irracional de los recursos naturales, guerra que asola ya a demasiados países… Las respuestas a estos conflictos deberían hacernos salir del letargo en el que parece que nos encontramos.

Se trataba de ponernos en marcha, de conectarnos

“Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremoscque el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, 

porque el amor es la quintaesencia de la vida. (Einstein)

Y el acto acabó, pero no terminó: prosiguió después en la explanada de la catedral y más tarde en el restaurante donde cenamos y tuvo su continuación al día siguiente en Bedmar, ante amigos de toda la vida, tanto los que conocíamos desde hace años como los que conocimos ese mismo día. 

Y entonces comprendí que el reencuentro había puesto en marcha la salida de la Encrucijada de cada uno. Fue un reencuentro amoroso, transformador, iniciático. La mayoría de los que estábamos allí, soñábamos no ya con nuestro presente, sino con dejar a nuestros hijos un mundo más digno. Y eso, no sé por qué me emocionó. 

Una energía antigua y renovada desveló que lo que se vive con intensidad permanece siempre vivo en algún rincón del alma, en plenitud.

Ahora solo queda que nos sigamos dejando llevar por esa fuerza extremadamente poderosa: 

El amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela, por amor se vive y se muere, el Amor es Dios y Dios es Amor”, -concluye el maestro Einstein.

Y paralelamente Baltasar apela a la plasmación práctica de esa fuerza:

Es el momento de reivindicar la necesidad de una justicia en la que la ética sea su valor principal. 

Al despedirnos, al día siguiente, tuve una sensación optimista de que estábamos comenzando a salir de la encrucijada. La ciencia y el corazón festejaban el nupcial enlace entre el amor y la ética como revulsivo necesario para la transformación del mundo y para nuestra redención social y personal.

El humanismo o la necesaria reamonización entre Eros y Tánato

El humanismo no es en sí mismo una ideología, si entendemos como tal un discurso unificador, preconcebido, al que nos adherimos, sino una actitud de indagación y reconstrucción lúcida, lúdica y permanente, una forma de abordar la vida atendiendo tanto al cultivo de la sensibilidad, del arte, de la indagación en el misterio, como al del progreso, la justicia y el bienestar social.

La base del humanismo está en el proceso de rearmonización entre Eros y Tánatos, entre nuestra dimensión material y metafísica. Y digo rearmonización porque ambos conceptos confluían encarnados en antiguas diosas-femeninas (Kali, Astarté, Istar) hacían confluir el grado máximo de pasión con la entrega sublime y el paso hacia una dimensión transmaterial. La entrega absoluta entre amantes, tiene mucho que ver con la sensación de dejar de ser uno mismo para fundirse en el otro.  Algunas comunidades como los Cátaros, que conservaban el prístino aire del cristianismo originario carecían del miedo a la muerte.

Cuando somos incapaces de sustentar dicha armonía, tales dimensiones (erotismo y muerte) aparecen como enemigas irreconciliables y el proceso de autodestrucción, tanto personal como social, comienza su marcha. Afirma el filósofo Jung que “lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.  La aceptación de Eros dulcifica nuestra relación con Tánatos (El reino del amor siempre se da en una dimensión transmaterial). La aceptación de Tánatos nos da alas para la entrega más sublime y placentera al quehacer vital. Pero, sobre todo dicha pareja, en concordia interior, nos dota de una voz, de una fuerza indomable en el plano individual a prueba de rebaños y machos alfa.

En la educación tradicional católica, vivida en primera persona en el seminario, la negación del eros daba lugar al imperio avasallador del Tánatos, y la vida, además de las posibles perversiones derivadas del negacionismo de nuestra sexualidad, se impregnaba de una terrible sensación de estar ya habitando el más allá, sin contrapeso alguno, alejado del mundanal ruido. De igual manera, la invisibilización de la muerte, degrada Eros a la condición de un gran masturbador, reducido a una mera excitación porno-animal. Cuando la escisión entre Eros y Tánatos se da en el plano personal, la dualidad se apodera de nosotros y la debilidad nos hace vulnerables, inocuos, e iracundos, carne de cañón de cualquier rebaño o secta. Cuando se da en el plano social, el belicismo, el miedo y la servidumbre infectan la médula organizativa.

  1. Eros y Tánatos en entrega armoniosa simbolizan lo sublime que se lleva a cabo en el rito sexual de la Mantis Religiosa en donde el instinto de comerse al otro de placer se lleva a cabo y el acto sexual, del “descerebrado” macho se prolonga durante un día entero, después de perder la cabeza u ofrecerla como alimento a sus futuras crías. 

El humanista es, pues, un perpetuo cultivador de sí mismo, de la armonía en todos los órdenes. El compromiso con la verdad, con la belleza, con la bondad, con el arte, con el misterio, pero también con la justicia y el bienestar es inherente a todo aquel que se quiera proclamar humanista. Podríamos decir que el humanista es un artista integral.

Protagonismo femenino

Se podría decir que el hálito que sustenta todo lo relacionado con el humanismo tiene aroma femenino, no solo en las grandes mitologías pre monoteístas, sino en la base de la literatura grecorromana. 

Lisistrata (propugnando la huelga sexual femenina para acabar con el belicismo de sus varones contemporáneos en la dilatadísima y cruel guerra del Peloponeso) Antígona, (antepone los afectos, el deber fraternal, a la (in)moralidad pública impuesta desde el poder, y otras heroínas, suponen un terremoto en la concepción del poder como violencia institucionalizada. 

Diez siglos después de que el humanismo sucumbiera bajo las hordas belicistas de los hunos y los otros, es también el sustrato femenino el abono de un nuevo Renacimiento humanista. 

 También la voz de la mujer, a través de las jarchas, las cantigas de amigo y su presencia como protagonista del amor cortés y juglaresco, fue clave para que Petrarca, enamorado de Laura y la Beatrice de Dante, pusieran las bases de la nueva sensibilidad que acabó recuperando la armonía vital mientras el belicismo medieval se desplomaba. La voz dulce, contundente y rebelde de la mujer hizo callar a las armas para dar paso a la amorosa canción de las almas.

Por eso, entre los machos alfa, grandes beneficiarios de las etapas de desplome del humanismo, lo femenino, no está bien visto que digamos. La criminalización de Eva, que, saliéndose de la manada, se plantó ante el árbol de la sabiduría para saborear por sí misma la manzana y desarrollar el discernimiento propio, al margen de las directrices de los machos alfa que por entonces acaudillaban las manadas de homínidos, debió levantar ampollas. 

 La hembra es la transmisora directa de la vida, de gran parte de la herencia inconsciente, la que conforma en sus entrañas a todas las criaturas de la tierra. En el caso de la humanidad la influencia sentimental del arquetipo femenino es tan poderosa que, enarbolando la manzana de los sentimientos, del discernimiento, de la evolución, de la belleza, de la libertad, pone en peligro todo un “orden” elaborado a la medida de los machos alfa.

Las consecuencias de la orfandad no se hicieron esperar. Carl Jung analizó las consecuencias de en el arquetipo del “huérfano”: un ser sin referencias afectivas enraizadas, que busca a alguien que tome las riendas de su vida. Un chollo para los machos alfa políticos, en la configuración de rebaños fieles, dóciles y serviles. 

Ante la pandemia, la crisis generalizada, el humanismo, desplegando sus alas emerge con fuerza para emprender la nueva rearmonización interna y social, como ya ha ocurrido en otras épocas. No vamos a asustarnos por las miserias que nos rodean, la desigualdad, la ruindad de miras de nuestros dirigentes. La ferocidad con la que los gobiernos están clavando sus oscuros colmillos con las humanidades (prohibición de la filosofía, progresiva desaparición del latín del griego, disminución y oprobio de la literatura… muestra bien claramente que los machos alfa del desgobierno mundial, saben dónde hincar el diente para mantener sus míseras ínfulas, su apariencia de seres dominantes… no obstante, como suele ocurrir en estos casos, el humanismo está emergiendo con voz poderosa. La mujer de ahora, como las heroínas griegas, como las tejedoras de las jarchas, de las cantigas… se están poniendo en marcha, no para luchar, sino para arroyar con la armonía, con su fuerza, con su entrega, con ese alma de reconstrucción masiva que se ha dado en llamar  humanismo. 

La armonía, la entrega apasionada entre Eros y Tanata, presente en las diosas primigenias, fue enterrada por la revolución de los machos alfa que erigieron los grandes monoteísmos-varoniles, que procedieron a enfrentar Eros contra Tánatos, lo material contra lo espiritual para sembrar la dualidad, el luto, la quiebra interna y proceder a rebañizar al género humano.

EVA, expulsada del paraíso, es el símbolo, en occidente de esa criminalización y extirpación de lo femenino, de nuestro paraíso espiritual, pero también del terrenal.

Y tal vez esa sea la misión del humanista, del humanismo actual: la recuperación de la armonía, re-entronizando el espíritu femenino como exaltación y transmisión de la vida, ligada al placer, a la entrega entre ambos polos, que en el plano material está representado por el acto sexual amoroso y en el espiritual por la entrega y Tránsito jubiloso hasta el reino de Tánatos, ligado al reino espiritual de Hipnos el dios de nuestros sueños. La muerte como tránsito festivo se celebra aún en las comunidades que lograron liberarse de los imperios monoteístas destructores. Pero, según estudios, quienes se implican a fondo en el cultivo de la espiritualidad en la actualidad o en el pasado (como sucedió con los cátaros, sufíes y otras comunidades) pierden el miedo a la muerte. Algo terrible para quienes se valen del miedo a las penas infernales o terrenales (jerarquías clericales o políticas) para manipular y erigirse en “salvadores” a cambio de obediencia y sumisión.

La recuperación de EVA y su reintegración energética, supone la del paraíso terrenal, pero también, la rearmonización entre Eros y Tánatos, la de un paraíso transterrenal, onírico, espiritual, pero, sobre todo, supone un robustecimiento interno, una preparación para la entrega, para el gozo, para la transformación, para capitanear con ímpetu nuestra propia nave hacia el puerto de la armonía suprema.

¿Cómo hacerlo? ¿Cómo reimplantar en nosotros el espíritu de EVA? ¿Cómo contribuir a acrecentar nuestro humanismo tanto en el plano interior como en el social?

El acrónimo EVA, constituyente de nuestra madre arquetípica, conlleva en sí los tres elementos necesarios para la recuperación, para poder abrir las puertas de nuestro corazón, tanto particular como colectivo que se llevaría a cabo en tres etapas:

E (Espiritualidad: recuperar la voz interior que nos conecta con el misterio, con nuestras herencias, con la trayectoria de nuestra energía antes y después del BIG-BANG. El cultivo de este plano es el que nos hace perder el miedo a la muerte, al atisbar energías invulnerables, transcendentes, imperecederas en nuestro interior. Los orientales llaman el tercer ojo al que, previamente desarrollado, nos permite indagar en estos misteriosos ámbitos.

Verdad: Es decir de aplicación al aquí y al ahora en el plano material. Eva no quiso permanecer en el ámbito celeste, vino, gozó, sembró, experimentó, y experimentó más allá de los límites impuestos por los machos alfa y comió la manzana y experimentó el discernimiento entre el bien y el mal.

AMOR, (vía unitiva) es el elemento unificador cuando la Espiritualidad (Tánatos) y la Verdad terrenal (Eros) se funden en una entrega ciega, orgásmica, mirífica, surge la armonía, el amor, el reino de la fusión de nuestras dimensiones material y espiritual, individual y colectiva.

El humanismo de ahora, erigido sobre estas tres columnas, tiene como misión reinstaurar las bases del nuevo paraíso terrenal y Espiritual, Vital, y Afectivo.  

Estimados amigos

Dadas las circunstancias de inseguridad sanitaria que afectan a Cataluña y, en especial a Barcelona y su entorno, Ediciones Carena no organizará ninguna actividad pública en dicha ciudad que suponga poner en peligro la salud de trabajadores, autores o lectores.

Facilitaremos al máximo la venta y difusión de nuestros libros por internet.

Creemos que la salud es un bien primordial.

Recibid un cordial saludo.

Equipo Carena

Día 6 de abril 2020

En el día de hoy recibimos la triste noticia de la muerte de Araceli Palma Gris, cofundadora y alma de Ediciones Carena desde principios de los 90, que impregnó su hálito poético, que apoyó con toda la ilusión y trabajo, pero sobre todo, con ese cariño inmenso, familiar, que solo ella sabía regalar.

Su existencia, su generosidad, su ejemplo, ha constituido un inmenso regalo y, en sí mismo, nos reconcilia con la humanidad.

Descansa en paz.

1. Somos una editorial absolutamente respetuosa con cualquier opción política  e independiente de cualquier partido o ideología.

 

2. En el ámbito de la política fomentamos todo aquello que conduzca al entendimiento, a la crítica constructiva y al fortalecimiento del diálogo y la apertura de miras.

 

3. En concreto, nuestra editorial está potenciando el mayor conocimiento y la mayor aproximación entre escritores de expresión catalana y española.

Por ello hemos sacado una colección de poesía bilingüe, porque creemos que la cultura ha de propiciar el bien común y el conocimiento entre todas las manifestaciones culturales en la Península y fuera de ella, como camino para la construcción de un mundo mejor.

 

4. Nuestra trayectoria independiente nunca ha sido vulnerada, ni hemos sufrido presión alguna por ninguna administración. Somos respetuosos y hasta ahora hemos sido respetados. Negamos haber recibido presiones ni amenazas de boicot ni en este ni en ningún otro caso.

Normalmente, la buena literatura surge como respuesta a hondas preocupaciones que afligen a la sociedad, que ensombrecen su horizonte y que se van replanteando cíclicamente. De ahí que los momentos de máximo esplendor literario suelan coincidir con periodos de crisis política o económica. En esas circunstancias, cualquier acción, por nimia que sea, puede desencadenar un dispositivo de gigantescas consecuencias.

Este es el drama que atrapa a Marlene, la protagonista de la obra, espía al servicio del gobierno suizo, hija de emigrantes andaluces, que desentraña unos los documentos que aparecen en Villa Sarajevo, casa vienesa comprada por la protagonista.

El asesinato del heredero de la corona del Imperio austrohúngaro parte de Gavrilo Princip, que dio origen a la Primera Guerra Mundial y su gran secuela (Segunda Guerra Mundial),  aporta un elemento de reflexión a la novela. El efecto mariposa gobierna tanto la vida de los pueblos como la de los individuos.

Novela histórica y, también, de espionaje, en la que la acción, entrelazando miserias sociales e individuales, conduce al borde del abismo, donde cualquier mínimo resbalón puede ser mortal.

Tensar la cuerda más de lo debido puede tener graves consecuencias y, en este aspecto, Villa Sarajevo, de Rafael E. Muñoz, parece constituir una advertencia en un tiempo sin valores y de cortedad de miras como el que nos ha tocado vivir.

Obra altamente recomendable, tanto por su intensa trama, por su tenso drama, como por las hondas e inquietantes reflexiones que suscita su lectura.

 

José Membrive,

editor

Aunque para muchos el nombre de José Membrive sea más conocido por el hecho de dirigir la prestigiosa editorial “Carena”, nos encontramos ante un valioso escritor que viene cultivando desde hace décadas la poesía con títulos tales como “Del amor y de la noche”, “Reductos del silencio”, “Besos.com” o “El pozo”; la narrativa con libros como “El rockero de Mollet y otros relatos”, y el ensayo con obras tales “El homo trascendente” o “Por el derecho a disentir”. “De bien nacidos”, su último título, aparecido en 2017, es un libro de poesía muy diferente a todos los que se vienen publicando en las últimas décadas. Por lo pronto, diré que se trata de un libro sumamente positivo, un libro de gratitud para con la vida y la familia. Es un poemario de amor escrito con sencillez, con musicalidad y con hermosas imágenes.

José Membrive ha dado con esta publicación un paso muy audaz pues se atreve a mostrarnos lo que hoy, en este mundo gris y encanallado, más se esconde: la ternura.

En “De bien nacidos” hay tres partes: una primera escrita hacia 1993 que está formada por varios poemas dedicados a la muerte de la madre. Una segunda centrada en la muerte de su excompañera y madre de su hijo, con poemas muy confesionales y hondos que van desde el dolor a la esperanza. Y una tercera, dedicada a sus hermanos, donde nos muestra su gratitud y cariño a todos ellos y donde realiza con sus versos palpitantes todo un estudio de caracteres. En realidad, “De bien nacidos” supone para José Membrive un repaso a toda su vida para encontrar la calma de espíritu. Y así nos dirá: “Este libro es el más cómodo y placentero de cuantos he escrito”. A ello añadiría yo que nos encontramos ante una obra muy original en su planteamiento y en su estructura. Es casi un álbum de familia en el que no falta un diálogo con los ausentes porque para José Membrive, hombre de extrema espiritualidad, aunque no vinculada a ninguna religión concreta, esos familiares ya idos viven aún y siempre. Pero la originalidad de la obra no se detiene ahí: en el texto participan también su hijo y una de sus hermanas y al final se invita al lector a escribir un libro semejante y se le ofrecen seis páginas en blanco para ello o sea para que éste componga algunas poesías a sus seres queridos. Esa manera de interactuar en el lector me parece insólita y muy valiosa. Pero “De bien nacidos” presenta otros aspectos no menos interesantes. Estamos ante un libro que nos trae un aroma fresco, rural, de acequias y choperas, y es todo un homenaje a esa generación fuerte y honrada que vivió la posguerra y saco el país adelante con grandísimos trabajos. Tampoco faltan en sus páginas ciertas ráfagas de humor como aquéllas en las que el poeta nos refiere su paso del seminario al comunismo. Y deliciosa me parece esa autobiografía lírica titulada “El retorno del ángel”, donde José Membrive nos habla de su pérdida de la fe y de su posterior anhelo de trascendencia, y todo ello con una simpática ironía.

La obra encierra poemas excelentes como “Madurando”, “Y al final la esperanza” o “El ángel que bajó a la tierra”, todos ellos de una estremecedora sinceridad porque, ante todo, José Membrive es un poeta verdadero.

Se percibe un aire popular con referencias en algunos textos a canciones como “Franciso Alegre” o a leyendas de bandoleros. Y también se aprecia un manejo fenomenal del romance y vayan estos dos fragmentos de sendos poemas como ejemplos:

 

“La tarde se cerró en lluvia;

yo solo, en ciudad lejana,

esperando un tren de sombras

que me tornase a la infancia.”

 

“Pues si retoña la hierba

al beso primaveral,

pues si renacen los días

después de la oscuridad…

Si retornan primaveras

del cementerio invernal…

¿Por qué los seres queridos,

por qué a un ser tan especial

le está vetado el milagro

del cíclico despertar?

 

También encontramos poemas en versos alejandrinos, e incluso cuando maneja el verso libre nuestro poeta demuestra poseer muy buen oído. Poesía en fin para ser escuchada, leída y también para la reflexión.

Fernando de Villena

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