El patio de los quebrantos. Carlos Ocampo, (Ediciones Carena)

Nunca, en mis treinta años como editor, había ocurrido algo parecido en la presentación de un libro: el autor, cediendo al torrente de sentimientos, sabiduría, emoción y profundas experiencias contenidas, hubo de interrumpir su exposición, un par de veces, poseído por una emoción profunda.

Y no es para menos, El patio de los quebrantos narra su experiencia como militante y guerrillero de un comando urbano al servicio de la revolución. Pero el libro es mucho más que la biografía de un joven colombiano, de extracción social humilde, nacido en plena vorágine de la violencia. El marco no puede ser más devastador: una sociedad en la que, guerrilleros, sicarios al servicio de los narcotraficantes, ejército, la contra, financiada por los poderosos, se enfrentan entre sí. O al menos eso parece. Porque, a menudo los guerrilleros colaboran con el narcotráfico protegiendo plantaciones a cambio de dinero y otros, urgidos por las necesidades económicas, pasan directamente al rentabilísimo narcotráfico. En realidad, se trata de una guerra entre poderosos, pero cuyos ejércitos y víctimas están conformados, sea cual sea la ideología, exclusivamente por los jóvenes de extracción social humilde. Lo de siempre, las víctimas los pobres, las ganancias para los poderosos.

El protagonista narra su compromiso con la guerrilla urbana tanto en la militancia ideológica como en las acciones violentas: atentados, robos… hasta que ocurre lo inevitable, lo previsible: la cárcel, las torturas, el abandono de sus antiguos “protectores”, el desamparo, el miedo, el dolor y, en este caso, felizmente, la búsqueda. 

El espejo interior en el que se mira refleja una víctima, pero también, y esta es la clave del libro, un victimario. El protagonista, a diferencia de la gran mayoría de su entorno, no quiere seguir engañándose. Él es víctima, pero también victimario. No quiere seguir engañándose. También ha provocado dolor en personas inocentes. ¿Es justo atentar, robar, matar, con la excusa de mejorar la sociedad?

Y van apareciendo intuiciones inquietantes: todas las acciones criminales, tanto las perpetradas por estados, ejércitos, o guerrilleros revolucionarios o contrarrevolucionarios, se escudaron en futuros paraísos de justicia social. Todos los criminales y genocidas hablan de futuros reinos de bienestar, a medida de los delirios de quienes quieran darle credibilidad. Y la fórmula vale tanto para Franco como para Stalin o cualquier dictador de una república bananera o mero político que abogue por la “confrontación inteligente”, de sus mesnadas. ¡Cuántos infiernos se han instaurado bajo promesas de bienestar! ¡Cuántas muertes han servido solo para catapultar a dirigentes de distinta calaña ideológica! que, más tarde, han seguido la misma estela: enriquecerse y aferrarse al poder. Hay opciones diferentes.

Una voz, la de su propio corazón se va fortaleciendo, a medida en que decide pensar por sí mismo: ¿Se puede matar a semejantes en nombre de una futura sociedad pacífica? ¿Qué legitimidad tendrán los nuevos asesinos sobre los antiguos? ¿Cómo pueden administrar la paz quienes tienen las manos manchadas de sangre, sea cual sea excusa con la que enmascaren la violencia?

Estas preguntas tan elementales fueron cuestionando su discurso revolucionario y decidió enfrentarse a ellas. Dejar el discurso del rebaño, para tratar de establecer un pensamiento propio nunca fue fácil. Hay presiones, amenazas externas, pero, sobre todo resistencias internas a salir de la cueva del victimismo. ¿Puede alguien deshacerse de su pasado para reencontrarse consigo mismo? ¿Puede recuperar su ánimo, su ánima? Y entonces aparecen líderes de los que ahora casi nadie habla: Gandhi, Mandela, Cristo, Buda… que insisten siempre en que de la violencia solo pueden salir regímenes y dirigentes criminales. Hay un camino de salvación: el fortalecimiento interior. Y Carlos Ocampo, contra viento y marea en un entorno peligroso para quien osa disentir, decide salirse de la espiral de violencia, buscar un camino de redención, cambiar la destrucción por la construcción, la bala por la inteligencia, el rencor, por la sensibilidad.   

Es entonces cuando la vida y la literatura, aliadas, vienen al rescate. A medida en El patio de los quebrantos va tomando forma el autor va tejiendo su reconciliación con la vida, con la familia, con la humanidad, pero, sobre todo, consigo mismo. Estamos ante un libro de acción, pero también de indagación interna.

La literatura-linterna, como método de análisis y de sanación. Alumbrar el futuro con los errores pasados solo puede darse desde la mágica dimensión del arte. Pero hay algo hermoso. Su camino no es exactamente individual, está marcado por un entorno generacional y vital. Y su abandono del Hades, puede servir de guía para otros. Este es el gran logro de Carlos Ocampo, no solo iniciar un hercúleo camino de reconstrucción interna, sino mostrarnos el método y la vía para que cual emprendamos la nuestra. 

El patio de los quebrantos es un ejemplo de honestidad, de esfuerzo, de rebeldía contra los discursos adocenadores, pero también una gran obra cargada de emoción y humanidad que puede servir como guía para que miles de jóvenes emprendan su propia reconstrucción interna, pongan en marcha un camino marcado por su propio fortalecimiento, por el cultivo de la inteligencia, de los afectos y de la autoafirmación como ser solidario pionero en la construcción de salidas solidarias y esperanzadoras. 

Octavi Piulats, Jueves 18 de febrero de 2021

Érase una vez en el siglo XX una tierra soleada y de agradables temperaturas (nunca llueve en San Francisco) llamada California, que había sido forjada por la fiebre del oro y el puritanismo americano de buscar la salvación del alma en los negocios. En esta tierra en donde desfilaban las estrellas de Holywood, en los años 60 de repente la juventud debido a la guerra del Vietnam y el materialismo, se apartó del «american way of life» y empezó la mística Hippy, las fiestas con LSD, y la hedonismo de la generación del amor libre, todo bajo la música psicodélica y la muerte de Jimi Hendrix.Parte de esta juventud del Flower Power se orientó al fin y al cabo a los negocios y potenciaron la era de los ordenadores, construyendo las fábricas en el valle de Santa Clara, que pasó a denominarse «Silicon Valley», como alusión a la relevancia del silicio como material informático. Luego vinieron los sucesos de las Torres Gemelas en New York en 2001 y una gran parte de los hijos de aquellos empresarios se dieron cuenta en función de la seguridad nacional de la importancia de almacenar información.Así pues la antigua «Love Generation» mutó en la sociedad del conocimiento y creó empresas Start-Up y Think-Tanks. Esta nueva generación californiana ya no fue revolucionaria, ni contracultural, sino que a través de el software, los algoritmos y finalmente del iphone edificaron un nuevo neocapitalismo, pero que retenía en las formas y en la estética el toque contestario y libertario del 68.En otras palabras: el Siliconismo es más que una economía, es una concepción civilizatoria, que pretende extender el valle a todo el mundo replicando nuevos pequeños valles. Empresas como Google, You Tube, Apple, Facebook y muchas otras que hoy dominan digitalmente el mundo y tienen ganancias astronómicas nacieron de esta mística juventud californiana. Nunca en la historia ha sucedido un fenómeno de esta envergadura, es decir que una o dos generaciones de jóvenes con talento pero dinámicos y muy guay fueran capaces de conquistar parte del tiempo de nuestras vidas alrededor de todo el planeta.Todos conocemos las ventajas de los productos del Siliconismo, pero sabemos menos de su lado oscuro. Explicar sus aspectos negativos desbordaría esta publicación , aquí tan sólo daré algunas pinceladas al tema aludiendo además a los algoritmos de la Inteligencia Artificial y la robótica digital.Quizás en primer lugar hay que señalar que las empresas Start-Up pueden parecer muy dinámicas y con atmósfera muy guay, pero lo que esconden son creación de escasos puestos de trabajo, con contratos temporales, y con un director a menudo que como depredador liquida al menor fallo a sus empleados.Como se ha dicho las empresas digitales a través de su presencia en las redes y la telefonía móvil almacenan una cantidad enorme de datos lo que les proporciona un poder que trasciende a los mismos estados. El poder económico y social que confieren estos datos es inmenso y en parte desconocido. Pero la perla del Siliconismo es ahora la Inteligencia Artificial traducida en el mundo digital a través de los algoritmos matemáticos. La IA es más que una sub-rama de las ciencias de la computación, se trata de un sistema global que interconecta a través de ordenadores, Smartphones, Chats-bots, casas inteligentes, vehículos automáticos y GPs, a los seres humanos con las ideas y objetos del mundo, reduciendo estas relaciones a expresiones binarias de carácter matemático que facilita la computación y el almacenamiento de estos datos.Cuando la IA nos ofrece en el buscador de Internet a nuestro menor movimiento un cascada de posibilidades de elección, y nosotros por comodidad y confort accedemos a sus propuestas, empieza a disminuir nuestra autonomía y nuestra creatividad. Estamos empezando a declinar nuestra propia autonomía. Cuando hacemos con el móvil una fotografía de un monumento y por la IA aparecen sugerencias y datos sobre este monumento, abrimos la puerta a que la empresa digital piense por nosotros. En última instancia, el uso constante de Iphone conectados a las redes de Internet y sus vídeos, podría interpretarse como una pulsión inconsciente que sigilosamente nos dice que nuestro Ego creativo ya no nos interesa, preferimos las relaciones externas a estar con nuestro Yo. Por supuesto, como indica el filósofo Sadin, las empresas de la era digital tienen graves contradicciones ecológicas, empezando por algunas de sus materias primas y su contribución al electromagnetismo artificial terrestre, pero esto para más adelante. En nuestro país en estos tiempos de pandemia, la sociedad española se enfrenta entre ella misma por motivos sociales y políticos, mientras los tentáculos de las Start-Up crecen y se extienden.¿ Recuerdan la conocida historia de la discusión de dos liebres decidiendo si son galgos o podencos?.

El jueves 9 de noviembre por la tarde hice la presentación de mi novela «El mayor de los silencios» en la librería La Font de Mimir. Fue una presentación mágica, íntima, familiar, en la que me sentí rodeado de los míos y de los que sé que me quieren y desean lo mejor. Dicho de otra manera, en esta presentación jugaba en casa, y el público estaba entregado, y dispuesto a comprar (que es algo también importante para nosotros). Expliqué las razones que me llevaron a escribir una novela, y por qué me convertí en activista a favor de los derechos humanos, y como, esta faceta de escritor es una más en mi intento de difundir los valores de la tolerancia, el respeto y la democracia. Naturalmente, la novela «El mayor de los silencios» juega su pequeño papel en el que reivindico la lucha a favor de las libertades mientras hago aflorar historias familiares. Necesito recordar el Holocausto como página terrible de la Humanidad, mientras grito junto Theodor Adorno: Nunca más.

 

José Vicente Mestre Chust


Podéis encontrar «El mayor de los silencios» aquí