¿Por qué la deriva belicosa del patriarcado? ¿Por qué, in extremis, ha de ser la mujer la reconductora hacia un espacio de paz, y sentimientos? Y por qué siendo así se mantiene a la mujer apartada de los organismos decisorios.
De nuevo el devenir social, guiado básicamente por el varón, nos está llevando a un callejón sin salida, o peor, a un horizonte vital ruin, economicista, de perspectivas reptilianas en donde el triunfo máximo de la vida se cifrará en sobrevivir en un entorno vomitivo en el que el 1% de los más ricos maneja ya el 45% de las riqueza mundial. En el que, según el banco helvético, seis de cada diez adultos en el mundo apenas tienen un patrimonio inferior a 10.000 dólares y en el que el 90% de la población del planeta posee menos del 20% de la riqueza disponible. Los datos son escalofriantes porque la brecha de la desigualdad crece en proporción aritmética a medida en que el mundo entra en crisis. El miedo, la guerra, los desastres y la desesperación son utilizados por parte de una minoría, como armas para atemorizar a la población y favorecer la acumulación de riquezas, de manera cada vez más incontrolada, como ya nos recordó Noami Klein en su impagable libro “la doctrina del shock”. En fin sobran argumentos para que, de nuevo tengamos que clamar a la intervención, a la voz, al espíritu femenino, para que venga a marcar las pautas de salida.
No es la primera vez que la mujer ha de levantarse para evitar el naufragio. A mí me gusta recordar que ya en el año411 a.C., cuando la guerra del Peloponesoentre las ciudades hermanas de Esparta y Atenas, cumplía veinte años de desastres para ambos bandos: familias rotas, hijos muertos en combate, mujeres solas y muchachas que, a falta de otra cosa, se casan con ancianos.
Entonces surge, recogido por Aristófanes la voz poderosa de Lisístrata, «la que disuelve o licencia ejércitos», proponiendo la primera huelga colectiva de sexo, como fórmula eficaz para acabar con la espiral autodestructiva de dos ciudades.
Pero donde más contundente se muestra el poder femenino fue en la demolición de la belicosa Edad Media que mantenía a las mujeres encerradas en casas y palacios mientras sus padres, hermanos y maridos se mataban en permanentes contiendas territoriales entre condes, duques y reyes. La voz dulce, contundente y rebelde de la mujer haciendo aflorar los sentimientos, enterrados durante siglos, comienza a expresarse a través de las jarchas, primeros documentos escritos en una lengua romance y que rematan o culminan las moaxajas o poesías árabes o judías. Esta voz encendida de sentimientos y lirismo, se extiende hacia el norte, recogida por los trovadores occitanos y al oeste por la lírica galaico-portuguesa con sus cantares de amigo. Esta emergencia de la lírica, plasmada en el dolce still nuovoesta apelación al corazón nace de las mazmorras de la soledad vence el estruendo belicoso de los cantares de gesta y constituye la simiente del renacimiento, tal vez el movimiento más brillante y perdurable de la humanidad que, como siempre pasa, a lo largo de los siglos se va deteriorando mientras el belicismo renace con instrumentos, fuerza y consecuencias cada vez más deletéreas.
¿Por qué la deriva belicosa del patriarcado? ¿Por qué, in extremis, ha de ser la mujer la reconductora hacia un espacio de paz, y sentimientos? Y por qué siendo así se mantiene a la mujer apartada de los organismos decisorios.
Los mitos tienen gran peso en el inconsciente y es enorme su repercusión en la dinámica cotidiana. La criminalización de Eva, la madre de la humanidad, es un asunto a tener muy en cuenta. La madre de la humanidad que saliéndose de la manada, se plantó ante el árbol de la sabiduría para saborear por sí misma la manzana y desarrollar el discernimiento propio, al margen de las directrices de los machos alfa que por entonces acaudillaban las manadas de homínidos, debió levantar ampollas. Porque los machos alfa actuaban, como ahora los prebostes de las grandes corporaciones, a golpe de colmillazo.
La sabiduría, el discernimiento, bandera de Eva, trabaja en otra dimensión ajena al miedo y a la fuerza. La hembra es la transmisora directa de la vida, de gran parte de la herencia inconsciente, la que conforma en sus entrañas a todas las criaturas de la tierra. En el caso de la humanidad la influencia sentimental del arquetipo femenino es tan poderosa que, enarbolando la manzana de los sentimientos, del discernimiento, de la evolución, de la belleza, de la libertad, pone en peligro todo un “orden” elaborado a la medida de los machos alfa.
La expulsión de la Eva madre-esposa del paraíso terrenal, nada más y nada menos que acusada de ceder ante el demoníaco símbolo fálico de la serpiente no tiene otro objetivo que marcar en nuestro inconsciente nuestra doble condición de maridos engañados e hijos abandonados.
Carl Jung analizó las consecuencias en el arquetipo del “huérfano”: un ser sin referencias afectivas enraizadas, que busca a alguien que tome las riendas de su vida. Un chollo para los machos alfa políticos, en la configuración de rebaños fieles, dóciles y serviles. Así, tras la expulsión el paraíso terrenal es una marca exclusiva, muy ligada a los paraísos fiscales que se nutren de infiernos laborales.
Un mito, en definitiva, rentabilísimo aún a día de hoy.
Pero Eva no se marchó del todo, de vez en cuando, en las etapas difíciles de sus hijos, su espíritu reaparece encarnado en las voces femeninas. Y eso es lo que, bajo mi punto de vista, está sucediendo en la actualidad.
El espíritu de Eva está zarandeando el mundo y lo está haciendo recurriendo al recurso más nítido, inteligente, más acorde con su voz, más eficaz y hermoso, creativo y amoroso: el arte en general y la literatura en particular.
En los últimos meses, desde que la pandemia vino para hacernos reflexionar sobre nuestra deriva como individuos, como especie y como habitantes de un planeta maltratado por sus propios hijos, un volcán de voces femeninas, plurales, pero unidas por la pasión y la contundencia, está plasmándose en nuestro caso en forma de propuestas literarias en la que las voces femeninas han comenzado ya a fijar las primeras notas de la sinfonía del nuevo mundo. Algunos dicen que estamos entrando en una nueva era y, a juzgar por la intensidad y la contundencia de las nuevas propuestas literarias, lo creo.
En nuestra editorial, hierven, en unos meses tan poco propicios, propuestas en clave femenina, que hablan de nuevo de la presencia de Eva, la fuerte, la que desafió a los machos alfa, la que alcanzó la sabiduría y conectó con los dioses. Voces volcánicas, todas ellas emanando de las profundidades y alzándose, prístinas y poderosas quemando rastrojos, reconstruyendo, imaginando nuevos mundos pero, sobre todo, rompiendo rediles, expandiendo corazones y conceptos. Mensajes que encaran la vida desde una voluntad de recobrar los afectos, de poner en su sitio la tabla de valores dislocados por los machos alfa, voces místicas, voces desertoras de los rediles, música de afectos, de amor, de iluminación pero también de lucidez, valentía, optimismo, placer… las voces salvadoras con esa musicalidad que cautiva. Es como si el espíritu de Eva, enarbolando la espada de fuego con la que fue expulsada por un monstruo disfrazado de ángel, volviera a reinstaurar el reinado de la luz, del discernimiento, de la explosión sentimental, de las obras que no caben en ninguna mentalidad adocenada. Son voces plurales, armónicas, complementarias todas con el elemento fuego como carta de presentación: la altísima intensidad, la pasión torrencial, la abrasadora y abrazadora expresión.
Curiosamente, hasta ahora, este espíritu solo se expresa a través del alma femenina.
Creo que es imprescindible que estas voces se articulen, se unan, se complementen, se reconozcan, coordinen, se gocen, se enriquezcan, se potencien. Y es por eso por lo que propongo la articulación de un grupo al que, provisionalmente, denomino 4bgc (cuatro billones de grados centígrados) por ser esta la temperatura que, según los científicos, disfrutamos en el instante del prebigbang, todos los que salimos de allí con prisas para formar nuestras casas en distintos planetas del universo). De aquel instante, de aquella semilla, de aquella intensidad salimos todos y tal vez sea el espíritu femenino el que mejor conserve la fuerza, el que con más sabia habilidad, amor y eficacia, recurra, en épocas de oscuridad como la actual, a nuevos estallidos de luz que conformen nuevos mundos. Sea bienvenida esta nueva manifestación del espíritu femenino, este nuevo rescate, siguiendo a las heroicas damas griegas, a las creadoras de las jarchas, de la lírica renacentista.
Ese rescoldo primordial habita en el espíritu femenino y está emergiendo con signos de música, de arte, de renovación. Hago un llamamiento a la fiesta, al encuentro, a la coordinación, al impulso de esta nueva generación que, desde nuestra editorial, en la que el alma femenina, afortunadamente tiene un gran peso, impulsaremos con toda la fuerza que nos infunde este nuevo estallido de luz que se avecina.