La escritora Encarnación Pisonero ha realizado un magnífico artículo del poemario Los cementerios flotantes del autor Antonio Enrique:

LA MUERTE NO TIENE LA ÚLTIMA PALABRA

No es la primera vez que Antonio Enrique acude al simbolismo del cuadro de El jardín de las delicias de El Bosco, así lo vimos en su magnífica novela Rey Tiniebla de 2012; allí predominaba la parte del cuadro referente al infierno, y ahora en Los Cementerios flotantes predominan, las puertas que cierran el tríptico, y de las tablas interiores se centra en la parte referida al mundo.

El tiempo no existe, se diría que habitamos en los renglones del tiempo, pero como existimos, nos preguntamos ¿quiénes somos?, ¿a qué hemos venido? y ¿a dónde vamos?; son las eternas preguntas que no podemos responder categóricamente, pues nadie de los que nos precedieron ha vuelto para contárnoslo. Aquí entrarían los poetas que alcancen la visión de lo inexpresable. Al interrogante ¿a qué hemos venido? Antonio no da respuesta, aunque sugiere la posible necesidad que Dios tiene de nosotros. Sugerente hipótesis, que los pobres mortales fuésemos los peones necesarios de Dios. 

Antonio Enrique entra en la categoría de poetas que visita los mundos sutiles, tanto en poesía como en prosa. El poeta visionario tiene la obligación de transmitir lo que le es dado. Nos dice “somos eternidad que acaba de ocurrir”. Todo es un continuo y por tanto nada termina, si nada termina nosotros tendremos que ir a alguna parte, bajo alguna forma, sea esta la que sea. No podemos acabar en la Nada, que sería pensamiento, el alfa y la omega del cosmos.

Los humanos enredamos la madeja con pretensiones absurdas y nos olvidamos de lo esencial, lo que la vida nos ofrece gratuitamente. Otra cuestión sería el planteamiento de si la vida en sí misma, se puede considerar un regalo o un castigo, porque la soledad termina triunfando siempre. Venimos solos, muchas veces estamos solos y nos vamos solos. Se diría con A. Enrique que “la soledad es el alma de las cosas”. Los humanos hemos perdido la razón y vagamos a la deriva, y actualmente estamos más perdidos y solos de lo que nunca estuvo el hombre; y el ruido que nos circunda por doquier, no mata la soledad. Sólo nos aturde.

Antonio Enrique, en Los cementerios flotantes nos habla de este mundo en que vivimos, posiblemente el planeta más hermoso de la galaxia, y de cómo lo estamos destruyendo y acercándonos al fondo. Fijándose en la reciente pandemia del covid, que abarcó a todo el planeta, acude al Apocalipsis de San Juan, pues con esta tragedia, por primera vez, el planeta ha sonado al unísono, tanto en el silencio como en la voz. Y hay muchos indicios de que ya están puestos los cimientos de la nueva era, aunque no sabemos cómo será su mundo ni los nuevos seres, si sufriremos metamorfosis o pereceremos en un cataclismo, y todo será nuevo.

La Historia, por desgracia, repite sus errores, y una vez más los humanos estamos perdidos en nuestra algarabía sin atender a la realidad que nos atrapa con sus engaños.  Y si fuéramos realistas diríamos, que nuestra tierra es un error, los humanos otro error y nuestras acciones un horror. La tierra hoy es un planeta enfermo, nuestra madre tierra está envenenada, los mares contaminados, y los seres humanos también estamos enfermos. Pero decir esto no vende, no tiene público, no gusta oírlo y aterra pensarlo. Pero nos guste o no, es así de lamentable.

Nos habla de los crímenes del gran dictador. Ignoro si ha visitado los campos de exterminios, pero sin duda es terrible la carga de negatividad allí acumulada. ¿Cómo se verán estos campos en los cementerios flotantes? cuando “fueron esqueletos antes que muertos”. Quizá allí no floten por exceso de carga. 

El cosmos es el lugar donde se esconde Dios; los humanos al morir, una parte de nuestro ser vaga por el espacio, diríamos que la parte sutil o poéticamente, la parte con la que el hombre sueña, los creyentes dirían el alma o el espíritu. Plutarco ya decía que la luna es el primer lugar a donde van las almas al morir, y también Antonio Enrique ubica allí un cementerio, pero no es el único, pues hay muchos y todos viajan por el espacio. 

Del cuadro del Bosco, Antonio toma la parte que representa el mundo, y destaca las fresas, como símbolo del placer. Si bien el cuadro mirado detenidamente sólo vemos tres fresas y el resto, que pudieran parecerlo, son cerezas y madroños, detalle insignificante pues hay que tomarlo simbólicamente, y aunque las fresas son signo de placer, terminan “rezumando amargura” hasta que las devore “el leopardo del olvido”.  Pero la parte más significativa, y aquí hay un verdadero acierto de A. Enrique, es que toma las tablas que cierran el cuadro, una esfera suspendida en el espacio, que en si justifica el título de Los cementerios flotantes, y que es la portada del libro. 

Los muertos que están en estos cementerios viven como hibernados, a la espera ¿de qué? Nos ven, pero no pueden tocarnos ni hablarnos. Se diría que los muertos fingen estarlo, y puede que estén más vivos que nosotros. Los muertos esperan el eterno retorno, la liberación si consiguen purificarse o la desintegración. La vida no es más que vibración, y los hombres estamos enfermos como la tierra, hemos hecho enfermar la materia y por ende el espíritu. Por eso vamos sin rumbo.

La humanidad está tan degenerada que no es difícil ver la involución en la que estamos; el tema no es para tomarlo a broma. Nos dice como quien lo ve tan claro como el sol “el planeta aprieta, acelera su calavera” y en otro poema “pareciera que el mundo está a su fin”, por ello en determinados momentos el poeta considera que sólo en “la locura está la redención, los que la escogieron lo saben”. Teme que él mismo pueda caer en ella, pues sabe muy bien lo peligrosa que es la materia con la que trabaja. La palabra nunca es inocente. 

Todo en la naturaleza es dual, arriba-abajo, derecha-izquierda, dentro-fuera, visible-invisible. La naturaleza es espejo de nosotros mismos, somos naturaleza, y si tomamos como modelo un árbol, las raíces son más extensas que las ramas, y aunque no se ven, no solo existen, sino que ellas son las que posibilitan la existencia. El hombre actual no quiere más que lo palpable, lo que se consigue rápido y sin esfuerzo. Nos dice “sino destruyo/no soy feliz, si no mato no vivo”. Aquí coincide Antonio con Chantal Maillard cuando nos habla del hambre, y la difícil compasión. Por ello Antonio, en una sublimación concluye “véngate con el amor/vence con el perdón”. Todo lo que no sea amor es un error.

En este libro, Antonio duda y se debate entre que la muerte sea colofón o simplemente un paso más. Estamos tan en tránsito que es imposible que la muerte sea el final. Es un libro pesimista pero no podía ser otra cosa. La alternativa final que nos da es que la muerte no tiene la última palabra. Y aquí, tal vez, estaría la felicidad que se nos negó en esta vida, sobre todo si se alcanza la liberación porque con ello se acabaría la rueda del samsara. Y nos confiesa que no desea retornar más a esta tierra.

Encarnación Pisonero

Madrid, enero 2023

En un ambiente acogedor e íntimo, se presentó en la librería Lata Peinada, de Barcelona el libro El llamado del lago – La primera puerta, de la escritora colombiana Janeth Vargas Amaya.

Vargas Amaya es abogada de profesión y decidió adentrarse en su faceta como escritora hacia 2015, cuando a partir de notas íntimas y sensaciones viajeras, entre ellas un viaje al Lago Titicaca en Perú, se dispuso a escribir relatos cortos, a manera de cuentos.

Lo que no imaginó es que las notas sobre ese viaje al Lago Titicaca terminarían dando vida a una novela. La primera, de una serie en la que a partir de mitos y leyendas sobre civilizaciones más avanzadas se invita al lector, de la mano de las historias de sus personajes, a explorar los límites de su imaginación y de sus creencias, así como a cuestionarse sobre su propósito personal y sobre su papel tanto en el destino de la especie humana como del planeta.

El Llamado del Lago es la historia de Diego, un periodista escéptico, que ve cuestionada su racionalidad en un viaje que lo lleva a mirar hacia adentro, a enfrentar su pasado y a explorar otros momentos del espacio-tiempo. En esta travesía, navegará por los misterios que se esconden bajo las aguas del Lago Titicaca y tras el portal dimensional del Aramu – Muru. La magia, el conocimiento ancestral, el tiempo y la aventura son elementos fundamentales de la narración.

La escritora compartió cómo fue su proceso literario y personal para crear la historia, donde la magia, el cuestionamiento de sus propias convicciones y el reconocimiento de una sabiduría que trasciende el tiempo estuvieron presentes.

Por su parte, los asistentes y lectores manifestaron su intención de leer próximas entregas de la autora, que aún no define de cuántos libros estará compuesta esta serie (tres por el momento), a pesar de que El llamado del lago – La primera puerta cuenta con un cierre.

Lata Peinada es una librería especializada en literatura latinoamericana.

(Para D. Juan Viedma, nuestro común tutor y amigo)

Cuando presento un libro no suelo prepararme un discurso, pero sí un esquema previo se refuerza y matiza minutos antes de mi intervención, según el ambiente y la emoción que se respira. Estoy convencido de que cada presentación encarna y reproduce el espíritu del libro.  En esta ocasión, no sé por qué, al aproximarse la hora de mi intervención me vino a la mente, o tal vez al corazón, la idea de que, ante todo, estábamos ante un ensayo sobre el amor, en su dimensión social. 

Fragmentos de la hermosísima carta de Einstein a su hija Lieserl asaltaron mi mente como manadas de caballos salvajes. No comprendí nada. Yo iba a hablar de La Encrucijada, de mi amigo y maestro Baltasar Garzón, todo un lúcido manifiesto humanista por la reconstrucción tanto individual como social. Un libro de crítica dura, un SOS por la salvación humana y planetaria. ¿Pero cómo hacer que los mismos que estamos hundiendo el planeta, de pronto nos constituyamos en sus salvadores? ¿Qué ha de pasar para poner en marcha este urgente, imprescindible y hermosísimo proyecto?

Y entonces fue cuando resonó en mi interior la voz de Einstein. Sí, en el interior humano existe “una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo. Esta fuerza es el AMOR.”

Siempre he pensado que la ética es la plasmación más nítida de amor colectivo. Alguien que renuncia a enriquecerse por el bien de la comunidad es alguien que la ama profundamente y predica con el ejemplo.

Y entonces caí en la cuenta de la ligazón entre la carta de Einstein a su hija y la Encrucijada, o carta de Garzón al mundo: el amor, la entrega por el bienestar social, plasmado en el comportamiento ético.

“Sin ética hay dejación en la vigilancia sobre los derechos humanos y la corrupción se hace fuerte y reina la impunidad”-afirma Baltasar

Un acto ético es necesariamente amoroso. 

Mientras subía al estrado, confuso, sin argumentario, recordé la frase del científico “Si un día tienes que elegir entre el mundo y el amor… recuerda: si eliges el mundo quedarás sin amor, pero si eliges el amor, con él conquistarás el mundo” (Einstein)… 

Baltasar lo dice de otra manera: “Es completamente cierto y así lo prueba la historia que en el mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez” La Encrucijada (Baltasar Garzón)

¿Y qué puede llevarnos a emprender un camino imposible sino la fuerza del amor?

Esfuerzos gigantescos que solo alguien impregnado de amor puede comprender,

Y Einstein apunta que “El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo.

Baltasar complementa “Es en los momentos más difíciles cuando se aprecia la esencia de lo que nos hace humanos… Sin ética hay dejación en la vigilancia sobre los derechos humanos y la corrupción se hace fuerte y reina la impunidad.

Donde Einstein dice amor en abstracto, Baltasar se refiere a la ética o amor en acción. 

Me sorprendió a mí mismo la necesidad de apelar al amor como recurso de salvación social. ¿A qué venía ahora ese brote de frases, de sentimientos, de emociones?, ¿por qué necesitaba hablar desde el corazón?

Bueno, pensándolo bien, tal vez tendría que ver algo que volvía a mi tierra después del largo periodo de pandemia, y que no paraba de recibir abrazos de amigos y compañeros que hacía décadas no veía. Amigos del seminario, de la universidad, algún camarada de la extinta Joven Guardia Roja. Hacía más de veinte años que no veía a muchos de ellos. Cincuenta, hice las cuentas con el sacerdote-tutor. Cincuenta años sin vernos y la amistad, el abrazo surgió con la fuerza y espontaneidad juvenil.… todo un capital sentimental, de distintas etapas encarnadas en personas con ideas diametralmente opuestas sobre la política, pero entrañablemente unidas a mi corazón, a mi memoria. 

La encrucijada habla de eso: el humanismo, una patria común para todos amparados por las mismas leyes.

“La tarea del progresismo humanista es común en todos los países: se trata de activar otra vez la ética y los valores que nos hacen personas… Es el momento de reivindicar la necesidad de una justicia en la que la ética sea su valor principal.

Ya en mi intervención resalté que La Encrucijada es un grito nacido del corazón en unos momentos durísimos tanto socialmente, como para el autor, atacado por la pandemia. Y que su escritura en sí, constituyó un colosal acto de amor.

Un ejemplo de fe, de compromiso: cuando tu vida corre peligro y dedicas todos tus esfuerzos y preocupaciones a buscar métodos, ideas y caminos para dejar a las generaciones venideras un mundo más plácido y justo, estás poseído por esa una fuerza extremadamente poderosa que Einstein denomina amor.

También recordé que la osadía de Baltasar le viene de lejos. Algún partido en el que siendo un auténtico adolescente de 12 años no tenía inconveniente en pedir explicaciones a un árbitro de dos metros, jugándose el pellejo. Genio y figura. Después vendría la lucha contra el narcotráfico, contra Eta, contra el Gal o la Gúrtel, pero el libro emana de la más sangrante actualidad:

Hemos podido ver que, agazapada tras el coronavirus, acechaba la peste de las dictaduras y de la mentira.

No hay que irse al pasado:

El mundo sufre una incuestionable crisis. Terribles masacres, genocidios y crímenes contra la humanidad, ataques terroristas, yihadismo, destrucción sistemática del medio ambiente, explotación irracional de los recursos naturales, guerra que asola ya a demasiados países… Las respuestas a estos conflictos deberían hacernos salir del letargo en el que parece que nos encontramos.

Se trataba de ponernos en marcha, de conectarnos

“Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremoscque el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, 

porque el amor es la quintaesencia de la vida. (Einstein)

Y el acto acabó, pero no terminó: prosiguió después en la explanada de la catedral y más tarde en el restaurante donde cenamos y tuvo su continuación al día siguiente en Bedmar, ante amigos de toda la vida, tanto los que conocíamos desde hace años como los que conocimos ese mismo día. 

Y entonces comprendí que el reencuentro había puesto en marcha la salida de la Encrucijada de cada uno. Fue un reencuentro amoroso, transformador, iniciático. La mayoría de los que estábamos allí, soñábamos no ya con nuestro presente, sino con dejar a nuestros hijos un mundo más digno. Y eso, no sé por qué me emocionó. 

Una energía antigua y renovada desveló que lo que se vive con intensidad permanece siempre vivo en algún rincón del alma, en plenitud.

Ahora solo queda que nos sigamos dejando llevar por esa fuerza extremadamente poderosa: 

El amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela, por amor se vive y se muere, el Amor es Dios y Dios es Amor”, -concluye el maestro Einstein.

Y paralelamente Baltasar apela a la plasmación práctica de esa fuerza:

Es el momento de reivindicar la necesidad de una justicia en la que la ética sea su valor principal. 

Al despedirnos, al día siguiente, tuve una sensación optimista de que estábamos comenzando a salir de la encrucijada. La ciencia y el corazón festejaban el nupcial enlace entre el amor y la ética como revulsivo necesario para la transformación del mundo y para nuestra redención social y personal.

El patio de los quebrantos. Carlos Ocampo, (Ediciones Carena)

Nunca, en mis treinta años como editor, había ocurrido algo parecido en la presentación de un libro: el autor, cediendo al torrente de sentimientos, sabiduría, emoción y profundas experiencias contenidas, hubo de interrumpir su exposición, un par de veces, poseído por una emoción profunda.

Y no es para menos, El patio de los quebrantos narra su experiencia como militante y guerrillero de un comando urbano al servicio de la revolución. Pero el libro es mucho más que la biografía de un joven colombiano, de extracción social humilde, nacido en plena vorágine de la violencia. El marco no puede ser más devastador: una sociedad en la que, guerrilleros, sicarios al servicio de los narcotraficantes, ejército, la contra, financiada por los poderosos, se enfrentan entre sí. O al menos eso parece. Porque, a menudo los guerrilleros colaboran con el narcotráfico protegiendo plantaciones a cambio de dinero y otros, urgidos por las necesidades económicas, pasan directamente al rentabilísimo narcotráfico. En realidad, se trata de una guerra entre poderosos, pero cuyos ejércitos y víctimas están conformados, sea cual sea la ideología, exclusivamente por los jóvenes de extracción social humilde. Lo de siempre, las víctimas los pobres, las ganancias para los poderosos.

El protagonista narra su compromiso con la guerrilla urbana tanto en la militancia ideológica como en las acciones violentas: atentados, robos… hasta que ocurre lo inevitable, lo previsible: la cárcel, las torturas, el abandono de sus antiguos “protectores”, el desamparo, el miedo, el dolor y, en este caso, felizmente, la búsqueda. 

El espejo interior en el que se mira refleja una víctima, pero también, y esta es la clave del libro, un victimario. El protagonista, a diferencia de la gran mayoría de su entorno, no quiere seguir engañándose. Él es víctima, pero también victimario. No quiere seguir engañándose. También ha provocado dolor en personas inocentes. ¿Es justo atentar, robar, matar, con la excusa de mejorar la sociedad?

Y van apareciendo intuiciones inquietantes: todas las acciones criminales, tanto las perpetradas por estados, ejércitos, o guerrilleros revolucionarios o contrarrevolucionarios, se escudaron en futuros paraísos de justicia social. Todos los criminales y genocidas hablan de futuros reinos de bienestar, a medida de los delirios de quienes quieran darle credibilidad. Y la fórmula vale tanto para Franco como para Stalin o cualquier dictador de una república bananera o mero político que abogue por la “confrontación inteligente”, de sus mesnadas. ¡Cuántos infiernos se han instaurado bajo promesas de bienestar! ¡Cuántas muertes han servido solo para catapultar a dirigentes de distinta calaña ideológica! que, más tarde, han seguido la misma estela: enriquecerse y aferrarse al poder. Hay opciones diferentes.

Una voz, la de su propio corazón se va fortaleciendo, a medida en que decide pensar por sí mismo: ¿Se puede matar a semejantes en nombre de una futura sociedad pacífica? ¿Qué legitimidad tendrán los nuevos asesinos sobre los antiguos? ¿Cómo pueden administrar la paz quienes tienen las manos manchadas de sangre, sea cual sea excusa con la que enmascaren la violencia?

Estas preguntas tan elementales fueron cuestionando su discurso revolucionario y decidió enfrentarse a ellas. Dejar el discurso del rebaño, para tratar de establecer un pensamiento propio nunca fue fácil. Hay presiones, amenazas externas, pero, sobre todo resistencias internas a salir de la cueva del victimismo. ¿Puede alguien deshacerse de su pasado para reencontrarse consigo mismo? ¿Puede recuperar su ánimo, su ánima? Y entonces aparecen líderes de los que ahora casi nadie habla: Gandhi, Mandela, Cristo, Buda… que insisten siempre en que de la violencia solo pueden salir regímenes y dirigentes criminales. Hay un camino de salvación: el fortalecimiento interior. Y Carlos Ocampo, contra viento y marea en un entorno peligroso para quien osa disentir, decide salirse de la espiral de violencia, buscar un camino de redención, cambiar la destrucción por la construcción, la bala por la inteligencia, el rencor, por la sensibilidad.   

Es entonces cuando la vida y la literatura, aliadas, vienen al rescate. A medida en El patio de los quebrantos va tomando forma el autor va tejiendo su reconciliación con la vida, con la familia, con la humanidad, pero, sobre todo, consigo mismo. Estamos ante un libro de acción, pero también de indagación interna.

La literatura-linterna, como método de análisis y de sanación. Alumbrar el futuro con los errores pasados solo puede darse desde la mágica dimensión del arte. Pero hay algo hermoso. Su camino no es exactamente individual, está marcado por un entorno generacional y vital. Y su abandono del Hades, puede servir de guía para otros. Este es el gran logro de Carlos Ocampo, no solo iniciar un hercúleo camino de reconstrucción interna, sino mostrarnos el método y la vía para que cual emprendamos la nuestra. 

El patio de los quebrantos es un ejemplo de honestidad, de esfuerzo, de rebeldía contra los discursos adocenadores, pero también una gran obra cargada de emoción y humanidad que puede servir como guía para que miles de jóvenes emprendan su propia reconstrucción interna, pongan en marcha un camino marcado por su propio fortalecimiento, por el cultivo de la inteligencia, de los afectos y de la autoafirmación como ser solidario pionero en la construcción de salidas solidarias y esperanzadoras. 

¿Por qué la deriva belicosa del patriarcado? ¿Por qué, in extremis, ha de ser la mujer la reconductora hacia un espacio de paz, y sentimientos? Y por qué siendo así se mantiene a la mujer apartada de los organismos decisorios.

De nuevo el devenir social, guiado básicamente por el varón, nos está llevando a un callejón sin salida, o peor, a un horizonte vital ruin, economicista, de perspectivas reptilianas en donde el triunfo máximo de la vida se cifrará en sobrevivir en un entorno vomitivo en el que el 1% de los más ricos maneja ya el 45% de las riqueza mundial. En el que, según el banco helvético, seis de cada diez adultos en el mundo apenas tienen un patrimonio inferior a 10.000 dólares y en el que el 90% de la población del planeta posee menos del 20% de la riqueza disponible. Los datos son escalofriantes porque la brecha de la desigualdad crece en proporción aritmética a medida en que el mundo entra en crisis. El miedo, la guerra, los desastres y la desesperación son utilizados por parte de una minoría, como armas para atemorizar a la población y favorecer la acumulación de riquezas, de manera cada vez más incontrolada, como ya nos recordó Noami Klein en su impagable libro “la doctrina del shock”. En fin sobran argumentos para que, de nuevo tengamos que clamar a la intervención, a la voz, al espíritu femenino, para que venga a marcar las pautas de salida. 

No es la primera vez que la mujer ha de levantarse para evitar el naufragio. A mí me gusta recordar que ya en el año411 a.C., cuando la guerra del Peloponesoentre las ciudades hermanas de Esparta y Atenas, cumplía veinte años de desastres para ambos bandos: familias rotas, hijos muertos en combate, mujeres solas y muchachas que, a falta de otra cosa, se casan con ancianos. 

Entonces surge, recogido por Aristófanes la voz poderosa de Lisístrata, «la que disuelve o licencia ejércitos», proponiendo la primera huelga colectiva de sexo, como fórmula eficaz para acabar con la espiral autodestructiva de dos ciudades. 

Pero donde más contundente se muestra el poder femenino fue en la demolición de la belicosa Edad Media que mantenía a las mujeres encerradas en casas y palacios mientras sus padres, hermanos y maridos se mataban en permanentes contiendas territoriales entre condes, duques y reyes. La voz dulce, contundente y rebelde de la mujer haciendo aflorar los sentimientos, enterrados durante siglos, comienza a expresarse a través de las jarchas, primeros documentos escritos en una lengua romance y que rematan o culminan las moaxajas o poesías árabes o judías. Esta voz encendida de sentimientos y lirismo, se extiende hacia el norte, recogida por los trovadores occitanos y al oeste por la lírica galaico-portuguesa con sus cantares de amigo. Esta emergencia de la lírica, plasmada en el dolce still nuovoesta apelación al corazón nace de las mazmorras de la soledad vence el estruendo belicoso de los cantares de gesta  y constituye la simiente del renacimiento, tal vez el movimiento más brillante y perdurable de la humanidad que, como siempre pasa, a lo largo de los siglos se va deteriorando mientras el belicismo renace con instrumentos, fuerza y consecuencias cada vez más deletéreas. 

¿Por qué la deriva belicosa del patriarcado? ¿Por qué, in extremis, ha de ser la mujer la reconductora hacia un espacio de paz, y sentimientos? Y por qué siendo así se mantiene a la mujer apartada de los organismos decisorios.

Los mitos tienen gran peso en el inconsciente y es enorme su repercusión en la dinámica cotidiana. La criminalización de Eva, la madre de la humanidad, es un asunto a tener muy en cuenta. La madre de la humanidad que saliéndose de la manada, se plantó ante el árbol de la sabiduría para saborear por sí misma la manzana y desarrollar el discernimiento propio, al margen de las directrices de los machos alfa que por entonces acaudillaban las manadas de homínidos, debió levantar ampollas. Porque los machos alfa actuaban, como ahora los prebostes de las grandes corporaciones, a golpe de colmillazo. 

La sabiduría, el discernimiento, bandera de Eva, trabaja en otra dimensión ajena al miedo y a la fuerza. La hembra es la transmisora directa de la vida, de gran parte de la herencia inconsciente, la que conforma en sus entrañas a todas las criaturas de la tierra. En el caso de la humanidad la influencia sentimental del arquetipo femenino es tan poderosa que, enarbolando la manzana de los sentimientos, del discernimiento, de la evolución, de la belleza, de la libertad, pone en peligro todo un “orden” elaborado a la medida de los machos alfa.

La expulsión de la Eva madre-esposa del paraíso terrenal, nada más y nada menos que acusada de ceder  ante el demoníaco símbolo fálico de la serpiente no tiene otro objetivo que marcar en nuestro inconsciente nuestra doble condición de maridos engañados e hijos abandonados.

Carl Jung analizó las consecuencias en el arquetipo del “huérfano”: un ser sin referencias afectivas enraizadas, que busca a alguien que tome las riendas de su vida. Un chollo para los machos alfa políticos, en la configuración de rebaños fieles, dóciles y serviles. Así, tras la expulsión el paraíso terrenal es una marca exclusiva, muy ligada a los paraísos fiscales que se nutren de infiernos laborales.

Un mito, en definitiva, rentabilísimo aún a día de hoy. 

Pero Eva no se marchó del todo, de vez en cuando, en las etapas difíciles de sus hijos, su espíritu reaparece encarnado en las voces femeninas. Y eso es lo que, bajo mi punto de vista, está sucediendo en la actualidad.

El espíritu de Eva está zarandeando el mundo y lo está haciendo recurriendo al recurso más nítido, inteligente, más acorde con su voz, más eficaz y hermoso, creativo y amoroso: el arte en general y la literatura en particular.

En los últimos meses, desde que la pandemia vino para hacernos reflexionar sobre nuestra deriva como individuos, como especie y como habitantes de un planeta maltratado por sus propios hijos, un volcán de voces femeninas, plurales, pero unidas por la pasión y la contundencia, está plasmándose en nuestro caso en forma de propuestas literarias en la que las voces femeninas han comenzado ya a fijar las primeras notas de la sinfonía del nuevo mundo. Algunos dicen que estamos entrando en una nueva era y, a juzgar por la intensidad y la contundencia de las nuevas propuestas literarias, lo creo.

En nuestra editorial, hierven, en unos meses tan poco propicios, propuestas en clave femenina, que hablan de nuevo de la presencia de Eva, la fuerte, la que desafió a los machos alfa, la que alcanzó la sabiduría y conectó con los dioses. Voces volcánicas, todas ellas emanando de las profundidades y alzándose, prístinas y poderosas quemando rastrojos, reconstruyendo, imaginando nuevos mundos pero, sobre todo, rompiendo rediles, expandiendo corazones y conceptos. Mensajes que encaran la vida desde una voluntad de recobrar los afectos, de poner en su sitio la tabla de valores dislocados por los machos alfa, voces místicas, voces desertoras de los rediles, música de afectos, de amor, de iluminación pero también de lucidez, valentía, optimismo, placer… las voces salvadoras con esa musicalidad que cautiva. Es como si el espíritu de Eva, enarbolando la espada de fuego con la que fue expulsada por un monstruo disfrazado de ángel, volviera a reinstaurar el reinado de la luz, del discernimiento, de la explosión sentimental, de las obras que no caben en ninguna mentalidad adocenada. Son voces plurales, armónicas, complementarias todas con el elemento fuego como carta de presentación: la altísima intensidad, la pasión torrencial, la abrasadora y abrazadora expresión. 

Curiosamente, hasta ahora, este espíritu solo se expresa a través del alma femenina. 

Creo que es imprescindible que estas voces se articulen, se unan, se complementen, se reconozcan, coordinen, se gocen, se enriquezcan, se potencien. Y es por eso por lo que propongo la articulación de un grupo al que, provisionalmente, denomino 4bgc (cuatro billones de grados centígrados) por ser esta la temperatura que, según los científicos, disfrutamos en el instante del prebigbang, todos los que salimos de allí con prisas para formar nuestras casas en distintos planetas del universo). De aquel instante, de aquella semilla, de aquella intensidad salimos todos y tal vez sea el espíritu femenino el que mejor conserve la fuerza, el que con más sabia habilidad, amor y eficacia, recurra, en épocas de oscuridad como la actual, a nuevos estallidos de luz que conformen nuevos mundos. Sea bienvenida esta nueva manifestación del espíritu femenino, este nuevo rescate, siguiendo a las heroicas damas griegas, a las creadoras de las jarchas, de la lírica renacentista. 

Ese rescoldo primordial habita en el espíritu femenino y está emergiendo con signos de música, de arte, de renovación. Hago un llamamiento a la fiesta, al encuentro, a la coordinación, al impulso de esta nueva generación que, desde nuestra editorial, en la que el alma femenina, afortunadamente tiene un gran peso, impulsaremos con toda la fuerza que nos infunde este nuevo estallido de luz que se avecina.

La buena literatura se caracteriza por poner el dedo en las llagas sociales de forma contundente y a la vez lúdica y lúcida.

Una de las llagas más clamorosamente sangrantes de nuestra sociedad es, por cierto, es el uso de la enfermedad como negocio lucrativo en sus muchas vertientes: la utilización de los enfermos como conejillos de indias;  el empleo de medicamentos, cuyos efectos secundarios a veces pueden ser peores que la propia enfermedad.

Cuando la enfermedad se concibe como un negocio es natural que se experimente con ellas para sacar el máximo de rentabilidad.

Este es el ambiente en el que Oloc, el protagonista de nuestra novela, se ve inmerso, como muchos ciudadanos de carne y hueso.

Pero no estamos ante la típica novela de denuncia, sino ante una poderosa obra imaginativa que conduce y seduce al lector por los oscuros vericuetos del sufrimiento humano, hasta el extraño desenlace final. El dolor, la indefensión, el delirio que persiguen al protagonista constituyen un inquietante cóctel literario en el que, por contraposición, también surge la belleza, la rebeldía y el humanismo agitando la mente del lector.En resumen una novela necesaria para reflexionar y cambiar de rumbo y de patrones, y también para disfrutar de una gran obra literaria

 

José Membrive

 

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¿Cuál es la tesis general del libro?

La Mercantilización del Yo es un libro de carácter polisémico, que adopta, como un espejo, el espíritu transicional de una sociedad contemporánea enfrascada en constante cambio y devenir. Y digo “cambio” y no progreso, porque es precisamente esta ambigua noción occidental de progreso la que pongo en tela de juicio a lo largo de los 8 epígrafes que componen la obra. Sin ir más lejos, es este espíritu transicional el encargado de detallar el declive epistemológico que acontece a la actual esfera moderna. En tal sentido, y entendiendo como esfera a los paradigmas ontológicos que han dominado la vida humana a lo largo de su historia, podemos esgrimir que, si el siglo XIX estuvo dominado por el paradigma económico, y el siglo XX por la hegemonía técnica, el siglo XXI nacerá como el “gran híbrido heteróclito” subordinado políticamente a ambas influencias. Es precisamente esta transición, políticamente indefinida, la que ha marcado el declive social de nuestra civilización, pues no son problemas puramente económicos o técnicos los que debemos sortear, sino que es una mezcla impoluta de ambos factores que, al no encontrar una coexistencia pluralista, se han instrumentalizando en el inconsciente colectivo de nuestra civilización, doblegando la subjetividad del individuo social, subvirtiendo sus proyecciones críticas e introyectando así las debilidades de un sistema que reproduce violencia y coerción a través de una persuasiva experiencia de libertad.

 

 

¿En qué punto La Mercantilización del Yo es novedoso?

Esta obra nace dentro de un paradigma cultural donde todos los deseos y goces son permitidos. Donde la exhibición porno-digital del cuerpo, a través de la ubicuidad de las pantallas, se transforma en identidad y culto social. Donde internet funciona como una matriz generadora de nuevas pautas sociales, culturales y económicas, que prescriben el vouyerismo del ver y el fetichismo del ser como los nuevos imperativos categóricos de validación personal.

Hoy todo se exterioriza, todo se publica, todo se massmediatiza. La conectividad, el aislamiento y la simultaneidad que suponen las redes sociales han modificado las expresiones semánticas del Yo para volverlas fungibles, vacías y acríticas. La soberanía política ha sido sustituida por el poder económico digital. La tecnología ha despolitizado a la sociedad, re-polarizando la libertad de expresión hacia la intolerancia de clases, el oscurantismo digital y el separatismo social. El capitalismo de control y vigilancia ha mutando nuevamente su constitución política para volcarse a una heteronomía digital de características omniabarcantes… El que debe juzgar si esto es novedoso o no, al fin y al cabo, será el lector…

 

¿Cuáles son los males sociales que nos afectan, a tu modo de ver?

Sin lugar a dudas, uno de los principales problemas sociales que hoy nos afectan como humanidad es la preocupante hipertrofia comunicativa que nuestros cerebros, no adaptados genéticamente, deben soportar a diario. La marcada tendencia al exceso de ruido informacional reduce dramáticamente la capacidad de retención, análisis y reflexión de las ideas. Esta problemática, tan naturalizada y desapercibida por las nuevas generaciones, se disemina como un rizoma cultural que no solo se encuentra modificando ciertas variables cognitivas de nuestra mente, como la concentración; sino que también está obstaculizando las formas de entender un mundo que gira, cada vez más rápido, en torno a la adictiva inmediatez de los estímulos digitales.

Sin embargo, lo atingente de este problemática no se reduce tan solo a la exponencial rapidez de tráfico informativo, sino que se encamina también hacia la posición que el Yo social ha tomando dentro de la cultura de la información. Si nosotros como sociedad no podemos ver lo que hay más allá de nuestras narices, la probabilidad comunitaria de ser empáticos y de entender cuáles son los problemas que hoy nos aquejan se reduce a un valor marginal. En este sentido, lo que ocurre con nuestras sociedades neoliberales de consumo, deseo y goce es que nuestro Yo se encuentra ocupando el primer plano del mundo, lo que es muy enigmático, puesto que naturalmente, debería encontrarse en la periferia, observando atentamente lo que sucede. El problema de esta “transposición de roles psíquicos”, es que nuestra atención se desplaza de lugar, disminuyendo la claridad que necesitamos para analizar y comprender de forma crítica nuestro entorno social, entregándonos así a una ceguera colectiva que no afecta a nadie más que a nosotros mismos. Es evidente que el sistema político que nos domina, nos quiere despolitizados y preocupados de cualquier cosa, menos de nuestros derechos y libertades civiles. Al parecer este es el precio que debemos pagar por haber sustituido, ingenuamente, el conocimiento por información. No olvidemos que la información es directamente proporcional a un enrevesado sistema de control; y que informar es decir lo que se supone que hay que creer…

 

¿Consideras que vivimos en un mundo cada vez más mercantilizado?

Es una pregunta compleja, ya que la mercantilización del mundo no solo debe apreciarse como una mera crítica a los mecanismos de mercado, sino que también deben ser evaluados otros factores, como la desigualdad social, el empequeñecimiento del espacio público o la cosificación del individuo frente a una comunidad heterogénea que presenta diferentes escalas de vulnerabilidad social. Ahora bien, bajo el alero del capitalismo, es ya casi una entelequia imaginar un mundo donde el dinero no sea el centro de todo, muy por el contrario, hoy la mayoría de los individuos buscan maximizar sus intereses individuales en base a una evaluación comparativa de costos y beneficios; tal manera de entender la realidad genera, indefectiblemente, una dinámica económica de estar situado en un mundo atiborrado de intersubjetividades mercantiles. Por lo pronto, la única vía que tenemos para contrarrestar esta intrínseca tendencia mercantil es la des-mercantilización del mundo, la cual tendría que entenderse desde una óptica des-matematizada de la vida, en la que no solo el reparto de los bienes públicos sea prioridad, sino que también se lleven a cabo políticas sociales que funcionen como continuos dispositivos de desarrollo social, consuetudinarios per se, a las prácticas culturales del cuerpo civil.

 

¿Cuál puede ser la respuesta frente al “capitalismo salvaje”?

Mientras el capitalismo de Estado progresa, su contraparte, la ciudadanía social, retrocede. Así mismo, la naturalización del capital ha diseminado una triada ontológica de negocio-crédito-utilidad que indica que toda sociedad debe ser gobernada en términos empresariales. En este sentido, el crecimiento espectacular de las corporaciones más ricas sigue formando conglomerados fácticos que se benefician por sobre toda legislación tributaria. Lo complicado de dicha situación es que hoy, la socialización de la producción va de la mano con Google y sus sucedáneos, lo que implica una manera muy persuasiva de relacionarnos con el capital, haciendo difícil crear una disidencia ideológica con argumentos realmente objetivos. Si te fijas, el capitalismo se encuentra arraigado desde nuestro inconsciente colectivo a nuestras nuevas formas de relacionarnos con el ambiente, como dicen por ahí, “cuando todas las creencias colapsan, solo queda el capitalismo”. Lo único que puede doblegar a estas fisionomías capitalistas es el posicionamiento crítico, instruido y radical frente a la desarraigada colonización económica de nuestras relaciones inter-personales, de otro modo, seguiremos bajo el yugo de un entronizado imperialismo policéntrico que eufemiza descaradamente todos sus dispositivos de control, vigilancia y dominio.

 

¿Qué elementos pedagógicos pueden contraponer otra cultura existencial?

En materia de políticas públicas, información y actualidad, el elemento pedagógico por excelencia es la Transparencia; este delicado principio, por ningún motivo, debe depender de empresarios privados o de quienes se encuentren, transitoriamente, en el poder público, de lo contrario continuarán ocurriendo opacidades en términos de Transparencia fiscal, las cuales, por cierto, solo seguirán beneficiando a una delimitada clase política, dificultando así la emergencia de debates democráticos que pongan fin al periclitado modelo económico que hoy nos rige. Por otro lado, y en aspectos civiles, el correcto uso de la Transparencia debe limitarse solo a ciertas esferas sociales, de ninguna manera puede extenderse a toda la sociedad, pues un espacio civil sin privacidad es un espacio totalitario. En este aspecto, es menester lograr un equilibrio entre la Transparencia y el respeto a la vida privada, sin esta regulación, la isonomía social que defienda los derechos civiles y políticos de los ciudadanos no podrá realizarse jamás.

 

¿Qué te motivó a escribirlo?

El leitmotiv que gatilló la escritura de esta obra fue, sin duda, el colosal impacto que recibí al darme cuenta del pésimo uso que, como sociedad, le estamos dando a las tecnologías digitales. Este paralogismo colectivo ha provocado lo que a mi parecer es el resurgimiento de un nuevo “oscurantismo histórico”. Si bien, las interpretaciones respecto al tema pueden ser subjetivas, los cambios que ha sufrido el ethos cultural contemporáneo son inobjetables. Todo parece indicar que dicho declive no deja de exhortar a las masas hacia una curva hiperbólica donde el conocimiento decrece exponencialmente en pos de la información.

 

¿En qué proyecto estás trabajando ahora?

En un estudio político abocado a la crítica social de las desigualdades, el cual, si todo sale bien, espero tener listo a fines de este año.

Normalmente, la buena literatura surge como respuesta a hondas preocupaciones que afligen a la sociedad, que ensombrecen su horizonte y que se van replanteando cíclicamente. De ahí que los momentos de máximo esplendor literario suelan coincidir con periodos de crisis política o económica. En esas circunstancias, cualquier acción, por nimia que sea, puede desencadenar un dispositivo de gigantescas consecuencias.

Este es el drama que atrapa a Marlene, la protagonista de la obra, espía al servicio del gobierno suizo, hija de emigrantes andaluces, que desentraña unos los documentos que aparecen en Villa Sarajevo, casa vienesa comprada por la protagonista.

El asesinato del heredero de la corona del Imperio austrohúngaro parte de Gavrilo Princip, que dio origen a la Primera Guerra Mundial y su gran secuela (Segunda Guerra Mundial),  aporta un elemento de reflexión a la novela. El efecto mariposa gobierna tanto la vida de los pueblos como la de los individuos.

Novela histórica y, también, de espionaje, en la que la acción, entrelazando miserias sociales e individuales, conduce al borde del abismo, donde cualquier mínimo resbalón puede ser mortal.

Tensar la cuerda más de lo debido puede tener graves consecuencias y, en este aspecto, Villa Sarajevo, de Rafael E. Muñoz, parece constituir una advertencia en un tiempo sin valores y de cortedad de miras como el que nos ha tocado vivir.

Obra altamente recomendable, tanto por su intensa trama, por su tenso drama, como por las hondas e inquietantes reflexiones que suscita su lectura.

 

José Membrive,

editor

La luz violeta de Alia: entre lo humano y lo divino

De los híbridos tipo Frankestein se pueden tener diversas opiniones. Y aunque hay mixturas que denotan un total sinsentido, la grandeza muchas veces es sinónimo de diversidad. Así sucede con Alia, relato que escapa de las fronteras de su propio género. La convergencia de la novela histórica y el relato fantástico dan frutos ácidos, pero atractivos. Seguimos desde la adolescencia, la vida de la joven Alia, mulata de raíces cubanas, hija adoptiva del aristócrata Nicolás de Fontenebro.
Una historia desmenuzada con exhaustividad, tintes de humor negro y constantes quiebres narrativos. Su lectura provoca un recorrido estimulante para el ojo lector, tanto para los acostumbrados a la novela como para los asiduos a la Historia.
La trama se desenvuelve en Madrid y da una perspectiva más o menos panorámica de lo que fue la invasión francesa de Napoleón en España. La tensión política es un hecho común, pero cala de distintas maneras en los personajes. A pesar del exotismo que presenta Alia para su época, no deja de ser hija de su clase. Ha recibido una educación exquisita, enfocada sobre todo en la física, la filosofía, la metafísica y la astronomía, ámbitos también propios de su padre. Sin embargo, la presencia del ama de llaves, doña Paola, envuelve a Alia en ese cariño de la madre que nunca tuvo… una cercanía extraña y antigua la une a la sirvienta, con quien ha compartido una amistad distinta a la aversión que suele manifestar por el resto de la servidumbre. Porque Alia, además de sus privilegios, cuenta con defectos muy humanos que superan el estereotipo de la superheroína. De su juventud brotan la pasión, la ira y el arrebato. La vemos madurar a lo largo de la novela y esa empatía, a ratos incómoda, hace que nos identifiquemos con su personalidad arrolladora. Pareciera ser que el púrpura de sus ojos atraviesa la mirada del lector. Y nos atrae su humanidad imperfecta, su condición de mujer independiente, segura, en contraste con una sociedad católica y conservadora en la que sus amigas se rinden al matrimonio o al convento como si no hubiera otra salida.
Acompañada de su yegua Tormenta, Alia tiene ese carácter quijotesco de querer y buscar, de no quedarse quieta, de responder ante la humillación y ser fiel a su misión vital. Como un caballero al galope indeciso de su Rocinante, Alia carga a sus cortos diecisiete años con una herencia de nombres imprecisos: “Alia de Fontenebro, destinada para algo” le dice su propia intuición. Un algo que junto a ella iremos descubriendo en un camino guiado por la acorazonada y la adrenalina.
La Catwoman española de inicios del siglo XIX trepa por la ciudad como un gato cuyo cuerpo se ha acostumbrado a las alturas, al amor fugaz y ambivalente, a las emociones que embargan cuando se está en los bordes del abismo. Tan natural como comer o dormir, es para la muchacha modificar la curvatura de las líneas del universo, vencer en un par de saltos a su maestro de esgrima, escuchar con oído amazónico los instintos de su organismo. Incluso gestar junto a la duquesa de Berwick un memorable intento de asesinato. Se prepara para tender una emboscada nocturna en la habitación de Napoleón como quien sigue el designio de su vida, esa estrella que le marca la mirada y la dirige hacia grandes objetivos.
El deseo tambaleando entre el amor y el odio por un soldado francés, la curiosidad inagotable por descubrir los orígenes, la llegada de un extraño tío que viene a aclarar mucho más de lo que pretende y los poderes sobrenaturales que le brotan por los poros, teñirán el relato de suspenso e intriga. Una intensidad in crescendo de la que es muy difícil escapar. ¿Estamos dispuestos a conocer el corazón violeta de Alia?